Opinión | A la intemperie

Ibarra

Porque es evidente, salvo para papanatas y abrazafarolas, que este no es su PSOE

Juan Carlos Rodríguez Ibarra en una imagen de archivo.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra en una imagen de archivo. / El Periódico

Hará treinta años estuve tentado de enviarle una carta. Entonces militábamos en las antípodas. Estuve tentado más de una vez. Una carta de gratitud por alzar la voz entre tanto callado. Ya saben, la ETA y lo demás. Lo demás venía a ser la panoplia de privilegios de los privilegiados. Ya saben, unas regiones por encima de otras. Hubiera querido, pero me asustó un no sé qué. Quizá el temblor que suele provocar el papel en blanco, quizá el otro temblor, el que provoca no saber a ciencia cierta si uno acierta o, por el contrario, yerra el tiro. En ocasiones me acuerdo de aquel extraño arrebato mío. Agua de borrajas… Achicoria del pensamiento… Poco más.

El padre de un buen amigo solía decir que él votaba a Celdrán para alcalde y a Ibarra para presidente. Tal cual. Tan en calma. Tan simple. Tan cierto. Él y muchos como él. O, al menos, un puñadito como él. Curiosa manera de entender la política. Quizá, también, la más honda. Más allá de los partidos. Más acá de las personas. Ahora lo pienso y pienso que semejante decisión se levantaba sobre toneladas de sentido común. A veces abomino de los partidos políticos que tanto nos dividen y, aún sabiéndolos necesarios, solo me reconcilio con ellos cuando sobre ellos se alzan las personas. Eso pienso.

Hay días en que me acuerdo de aquello de las cartas a Ibarra. Las que nunca le escribí. Esta semana, por ejemplo. Y es que esta semana Ibarra se ha despachado con el desparpajo de siempre. Y ha llamado la atención porque algunos de sus dardos han acertado sobre su propio partido. O lo que queda de él. Porque es evidente, salvo para papanatas y abrazafarolas, que este no es su PSOE. Mejor o peor, ¡quién sabe! Para Ibarra peor, sin duda. Y me vuelven a entrar unas ganas locas de escribirle una carta, de cuadrarme y ponerme a sus órdenes.

Y sí, pienso como él. Creo que los políticos de la presente generación están jugando con el fuego de la desmemoria. Han olvidado de dónde venimos y cuán valiosa es la paz que alcanzamos. Sí, pienso que nos gobiernan tarados infantiloides. Ellos y su cohorte de abrazafarolas, claro; la legión innúmera de las garrapatas de partido y pesebre. Eso pienso. Y en las palabras de Ibarra creo encontrar la voz tensa y exacta de quien sabe y, sabiendo, ni miente, ni calla.

Creo que otro PSOE, el otro PSOE, es aún necesario a España. Necesario para recoger el aliento de muchos españoles

Puede que él y yo no seamos ya de este mundo. Que nuestra voz sea voz de ultratumba. Pero reconforta encontrar espejo en sus palabras. Y sí, sí creo que la historia enseña que a los socialistas siempre les ha ido mal cuando se han acostado con los comunistas. A ellos y a los españoles. Y sí, sí creo que este PSOE está secuestrado. Y sí, sí creo que otro PSOE, el otro PSOE, es aún necesario a España. Necesario para recoger el aliento de muchos españoles y para orientar ese aliento con sensatez. Pero para eso… se necesitan capitanes (en la tormenta).

A punto de morirme y aún no sé si votaré. Votar… quizá tuviera razón el padre de mi amigo. De aquel Ibarra, luces y sombras, recuerdo que fue capaz de encarnar las aspiraciones de esta tierra nuestra, seca, destartalada y huesuda. Y aquello, aquella voz, entre tanto silencio, tuvo el eco del trueno en la noche aunque la noche siga cerrada. Y fueron nutricias sus palabras para Extremadura, al menos, para la estima que de sí misma debía (y debe) tener. Y quise decírselo, aunque estuviéramos en las antípodas de casi todo lo que no era importante.

Ahora me sorprendo a mí mismo y me reconozco ibarrista. Y para que no me lo echen en cara mis camaradas diré que… ibarrista a beneficio de inventario. Pero ibarrista. Entonces estábamos en las antípodas de casi todo. O eso creía yo.

*Abogado