Pasó la Nochebuena más incierta y al final pudimos celebrar con la familia mermada y algunos confinados, más por prudencia que por gravedad pero razonablemente felices, el nacimiento de Jesús. Y, como siempre desde que nos dejó, me viene el recuerdo repleto de gratitud hacia mi suegra, aconsejándonos con la dulzura y cariño que eran su forma de ser, en medio de la comida copiosa, los regalos, las copas, los besos y el barullo de sus adorados y numerosos nietos, que no olvidáramos el sentido auténtico de esos jolgorios que no era otro que el nacimiento de Dios y su mandato de amor.

Y es que a una, a contracorriente, cada vez le urge más recordar y recordarse que estas fiestas tienen un origen religioso, y lo que celebramos es el nacimiento hace más de dos mil años de un hombre que para muchos es Dios, y que para todos es un líder espiritual cuyo mensaje la historia de la propia iglesia, por las acciones de los seres humanos que la forman, puede que haya ido desvirtuando, pero que en su radical novedad, sustituía el ojo por ojo y diente por diente por poner la otra mejilla, amar a los demás hasta el extremo y perdonar siempre.

Hace mucho que las luces, las fiestuquis, el alcohol, el derroche, el consumismo enloquecido y la propaganda sentimentaloide agreden el profundo y verdadero sentido de la Navidad. Y será que me estoy haciendo vieja a velocidad continua y constante mientras mi sentido crítico en cambio permanece más vivo que en mi juventud, pero cada vez encuentro más repugnante el uso interesado de la figura de Cristo para vender. Como en el último espantoso anuncio de no sé qué, en el que aparece un buenorro insulso apropiándose de su figura mientras avanza descalzo e incendiando el bosque en una estética de pijiprogresismo caro. Así que a estos artífices máximos de la banalidad y el mal gusto, que como los fariseos siguen convirtiendo la casa del padre en una inmensa cueva de ladrones, les encarecería a voces que quitasen sus sucias manos de mi Jesús. Si pudieran entenderlo. Por eso Él los echó a latigazos.

*Profesora