Los ecos de la Feria Internacional del Turismo (Fitur) ya resuenan lejanos, pero me gustaría reflexionar sobre lo novedoso de esta última entrega, sin duda distinta a todas. En primer lugar porque la anterior Fitur se celebró en mayo del año pasado, con lo que ha habido menos tiempo entre ediciones. Otro dato singular es que no recuerdo una inauguración en el estand de Extremadura con la visita de dos ministros de la talla de Reyes Maroto y Miquel Iceta, la presencia de algún secretario general y la participación del presidente extremeño en varias ruedas de prensa, cuando lo normal es que circunscriba solo al Día de Extremadura.

Tampoco ha sido normal el acceso a Ifema. Dos filas. Una para los que tengan el Pasaporte Europeo Covid y otra para los que acceden con pruebas PCR. El resultado es un cuello de botella, al que hay que sumar los lógicos controles de rayos X por la presencia de los Reyes de España. Se tardaron horas en acceder a los pabellones. Si de por sí hacerlo es un caos en una Fitur ‘normal’ este año ha sido de locura. Otro tema es que a los periodistas se les obliga a entrar a las diez de la mañana. La mayoría tienen que montar equipos de radio, vídeo o conectar por internet con sus periódicos. He visto a algunos compañeros haciendo conexiones en directo entrando por la puerta, sin todavía llegar a su set de retransmisión. Más novedades: 53 presentaciones profesionales en el estand extremeño. Creo que la cifra es récord. El pabellón por vez primera era abierto al cien por cien y eso le ha proporcionado un gran dinamismo. Muy bien.

Lo cierto es que me quito el sombrero ante los profesionales –de la información y del turismo- que tienen que trabajar como ‘piojos en costura’ y en condiciones muy adversas esos días. Todo sea porque a Extremadura se la conozca mejor. El objetivo merece la pena.