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Macondo en el retrovisor

Aracely R. Robustillo

Periodista

Ritos de iniciación

Se conoce con el nombre de ritos de iniciación en muchas culturas a el hito que marca el paso de la niñez a ser adulto. Esa transición de una etapa a otra de la vida tiene en algunas civilizaciones y etnias una importancia notable y transcendental, que en nuestra sociedad, occidental y laica, se desdibuja por momentos. Lo más parecido, hasta hace no tanto, era el comienzo de la vida universitaria. Por eso los exámenes de acceso a la misma suponían para muchos una puerta definitiva y angustiosa, porque abrían paso a la emancipación y la libertad. Pero me da a mí que poco de eso queda ya para las nuevas generaciones.  

La pasada semana 5.269 jóvenes se presentaron a la prueba de Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad, la EBAU, en Extremadura. Y escuchando sus reacciones y sus miedos, es obvio que ese salto a la independencia queda más lejos ahora para ellos, por muchos y diferentes motivos. El principal, es que los estudios superiores no siempre suponen la posibilidad de encontrar un empleo digno al finalizarlos y por eso, son muchos los que saben que tras el paréntesis de la carrera tendrán que volver a casa con papá y mamá. Eso, o hacer las maletas y buscarse la vida en el extranjero. 

Don Julio Anguita, un político de raza de los que ya no quedan, predijo allá por 1998 que España arrancaba un periodo de su historia en el que, por primera vez en mucho tiempo, los hijos iban a vivir peor que sus padres. Y vaya si llevaba razón. En nuestra comunidad autónoma el paro juvenil afecta desde hace años a casi la mitad de la población que se puede clasificar como tal y la emigración económica es cada vez más habitual. La cosa tampoco es que mejore demasiado para los que sí trabajan. Una inmensa mayoría tiene contratos precarios y temporales, por lo que les es difícil emanciparse y vivir por su cuenta. Así lo reafirmaba el último informe de la Oficina Europea de Estadística, Eurostat, que situaba a los españoles como los séptimos en el ranking de países en los que los jóvenes tardan más en abandonar el domicilio parental a los casi 30 años (29,8 para ser exactos). Y a finales de 2020, un estudio del Consejo de la Juventud de España denunciaba que independizarse podía conllevar un coste para los españoles de entre 16 y 29 años de hasta el 93% del sueldo. 

Con estos mimbres es complicado pedirle a nadie que se convierta en adulto ni se comporte como tal, pero es que, además, hay otras variantes que entran en juego a la hora de retrasar esa evolución a la madurez, que antes se daba por sentada antes de cumplir los 20 años y que ahora es difícil de encontrar incluso en aquellos que soplan más de 30 velas. Muchos de nuestros niños tienen móvil antes que responsabilidad y conciencia. Viven condicionados y pendientes de unas redes sociales tiranas y engañosas. Embobados con 'influencers', cuyos únicos méritos conocidos, en muchos casos, son los de vender o promocionar un consumismo feroz. Y adoctrinados por YouTube, que les tiene surtidos de 'tutoriales' para ser aprendices de todo y maestros de nada.  

La realidad es que nunca ha sido tan difícil ser joven en nuestro país, chavales a los que se les ha dado todo siempre y pocas veces han tenido que trabajar por nada; y es fácil ponerse en sus zapatos y comprender que caigan en la trampa del síndrome de Peter Pan y se crean eso de que los 30 son los nuevos 20, o los 40, los nuevos 30. Necesitan confiar en que les ha sido concedida una 'prórroga mágica', que les hace inmunes al paso del tiempo, porque es difícil afrontar el hecho de que son adultos a los que sus circunstancias laborales y personales no les permiten comportase como tal. Y no tienen acceso a derechos tan básicos como el de una vivienda digna o a la maternidad o la paternidad, porque no pueden permitírselo.

Nos sentimos muy por encima de esas tribus, aisladas del tiempo y de la globalización que todo lo iguala, en las que una ceremonia o una prueba es suficiente para convertir a un niño en hombre o una niña en mujer; pero es cierto que es necesario cerrar y abrir etapas para crecer. Y da la sensación de que a veces nosotros, tan 'evolucionados y superiores', hemos olvidado cómo hacerlo.  

*Periodista

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