El Periódico Extremadura

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Tribuna abierta

El tren como metáfora de la realidad extremeña

Al regionalismo se lleva por el camino de las emociones o por la senda de los intereses

Uno de los ejemplos más evidentes de la falta de cohesión regional en Extremadura es lo que ha sucedido -y lo que queda por suceder- con el nuevo trazado del ferrocarril en la Comunidad. Evidentemente los diferentes gobiernos de España -Aznar, Zapatero, Rajoy, Sánchez y si me apuran hasta Felipe González- tienen parte de responsabilidad en este «fiasco». Si les entretiene la cuestión, podíamos consumir muchas horas de debate documentado sobre cuáles de los gobiernos citados han tenido más o menos responsabilidad en lo que ahora lamentamos y seguiremos lamentando durante años. Lo que digo y mantengo es que la «culpa», la responsabilidad en mayor grado, la tenemos los extremeños y las instituciones extremeñas. Trataré en estas líneas de reiterar mi opinión de que el factor principal de que Extremadura no tenga el ferrocarril que merece y el ferrocarril que su situación estratégica requeriría, es la debilidad de la cohesión regional y la flaqueza de su sociedad civil, que son -cohesión regional y sociedad civil- dos caras de la misma moneda.

Hace menos de un año, el Club Sénior de Extremadura presentó en la sede de la Fundación Caja Badajoz un libro con el título ‘El ferrocarril en Extremadura: pasado, presente y futuro’, del que son autores dos ingenieros de Caminos especializados en infraestructuras y de probada trayectoria nacional, Norberto Díez González y Antonio González Jiménez. En el prólogo se escribe que pocas cuestiones como la del ferrocarril ilustran mejor la historia bipolar de Extremadura, construida por igual entre expectativas y frustraciones, siempre a mitad de camino entre las esperanzas y la desilusión. Desde finales del siglo XIX, en que un político de la monarquía, Segismundo Moret, puso sus ojos y su bolsillo en la explotación de los fosfatos de Cáceres e impulsó el ferrocarril a Extremadura, el tren, su trazado, se convirtió en la historia de una frustración colectiva. Un extremeño regeneracionista, Florencio Breña Rubio, clamaba a comienzos del siglo XX por un «tren estratégico que ayude a salvar el atraso económico de Extremadura». Un siglo más tarde, los extremeños seguimos reivindicando, sin mucho éxito, unas estructuras ferroviarias que nos liberen de la incomunicación y de la frustración. De nuevo, como en los tiempos de Moret y de Breña Rubio, el clientelismo, el provincialismo, los localismos, las luchas tribales entre grupos políticos, la rivalidad entre territorios, la ausencia de espíritu crítico, la debilidad de la sociedad, son las razones de que el tren se haya convertido en una metáfora de la realidad extremeña.

Pero el firmante de estas reflexiones no pretendía hablar del tren sino solo ejemplificar con el ferrocarril la razón profunda de esta contrariedad y de tantas otras tantas que impiden o perjudican el desarrollo y progreso de Extremadura. Hace unos días, en pleno fragor del «sainete» sobre las demoras del tren de altas prestaciones, el Club Sénior presentó a los medios de comunicación un ensayo en el que han participado más de un veintena de representantes de la Universidad y de entidades de la sociedad civil con un título encadenado que sirve de reflexión sobre cómo acometer la Extremadura del futuro: ‘Extremadura: Identidad/ Cohesión /Progreso’. El libro recoge los contenidos y los debates de una Jornada celebrada por el Sénior en Guadalupe bajo el título ‘La Cohesión Regional como motor de desarrollo’. El estudio aborda en profundidad la cuestión capital de la realidad extremeña: su propia identidad, su singularidad como territorio, su autonomía y su autosuficiencia. La segunda parte del volumen, y muy especialmente los debates que siguieron a cada una de las intervenciones, está orientada a reforzar la identidad de los extremeños, a promover una mayor cohesión territorial, dos condiciones -reitero- necesarias para la prosperidad de sus habitantes. 

Lo fácil es caer en un victimismo estéril cuando comparamos la realidad extremeña con el resto de la Comunidades

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Al regionalismo, a la cohesión regional, se llega por un doble camino. Por el camino de las emociones o por la senda de los intereses. Como no se llega de ninguna forma es sentados en el camino viendo pasar la historia, que es lo que hemos hecho y continuamos haciendo: contemplar cómo pasan los años, los siglos, las oportunidades… Extremadura es un territorio escasamente cohesionado en un mundo globalizado, regido por gobernanzas multinacionales, públicas y privadas. Reparen una vez más en estos tres datos: La superficie extremeña equivale al 8% de la nacional. La población extremeña supone el 2,3 % de la nacional. La contribución a la riqueza nacional es del 1,7 %. Ergo, luego, habitamos un territorio con grandes desequilibrios, necesitado de una mayor y más profunda cohesión. 

Decía que lo fácil es caer en un victimismo estéril cuando comparamos la realidad extremeña con el resto de la Comunidades. Lo fácil también, para quien pueda permitírselo, es practicar la autocomplacencia del vivir en el confort profesional o heredado, sin percatarse de cómo le va al vecino o a los jóvenes. Tan fácil y estéril como refugiarse en un hipotético regionalismo romántico o folclórico. O ampararse en el negacionismo de la realidad o fomentar reivindicaciones utópicas al margen del rigor profesional aplazando la reclamación de lo que es urgente y perentorio. Efectivamente son, a pesar de lo que nos sucede con el ferrocarril, tiempos de oportunidades. Extremadura vive una coyuntura favorable. Necesita, para que las expectativas no se frustren como tantas otras veces ha sucedido, más sociedad civil, más cohesionada, más independiente, más transparente. Más de doscientos miembros del Club Sénior colaboran ofreciendo una propuesta de futuro: identidad/cohesión/desarrollo.

*Periodista

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