Presumir que en 2022 se estrenaron diez películas en la órbita esencialmente estadounidense dignas de un Oscar, demuestra que Hollywood no se apea de su oxidada soberbia ni al borde de la bancarrota. Y la estatuilla a la mejor producción debe ir a 'Top Gun', que figura accidentalmente entre las nominadas, porque encarna todas las virtudes clásicas en unos momentos en que nadie acertaría a definir en qué consiste el cine ni dónde se proyecta. Un alma cándida podría sucumbir a la tentación de señalar a 'Todo a la vez en todas partes', con casi una docena de nominaciones, pero este sinsentido estrafalario acaba devorado por su propia desmesura. Su único misterio consiste en averiguar si el espectador se ha desconectado de la pantalla antes de que la película se desinteresara de su público.

Top Gun es el mejor Hollywood, una película con aviones que cautivará a quienes abominan de las historias voladoras. Entre las superproducciones de 2022 supera con creces a Elvis, víctima del mismo agotamiento creativo en sus metros finales que 'Todo a la vez' o que 'Babylon'. Por no hablar de un actor principal con nominación pese a que el melifluo Austin Butler ofende la memoria del rey del rock. Además, la producción de Tom Cruise se basa en seres humanos, a diferencia de Avatar. Nadie lo diría, porque la Academia ha nominado a la cinta de pilotos con los dedos en la nariz, y no toma en consideración a ninguno de sus protagonistas. Admitamos la censura del petulante cienciólogo, pero ¿alguien puede explicar la exclusión de la magnífica Jennifer Connelly, que ilumina todas las escenas en que participa?

La orgía de Todo a la vez demuestra que Hollywood se ha emborrachado de su propia confusión opiácea. Ignora el producto que vende. Peor todavía, lo desprecia. Desde el localismo inevitable, Ana de Armas recibe una nominación por su Marilyn doliente, aunque merecía el premio por sus participaciones deslumbrantes en Puñales por la espalda o en la única escena valiosa del último James Bond. El cine español se queda fuera por sobrados motivos, aunque la nobleza de Argentina, 1985, que cerraba cada proyección con aplausos emocionados de la audiencia, obliga a pujar por su estatuilla para extranjeros.