Opinión | A la intemperie

De la tiña (y compañía)

Es como si la tiña se les hubiera metido dentro (dentro de las meninges)

De la tiña (y compañía).

De la tiña (y compañía). / Efe

Hay semanas en que uno, hombre de pocas luces, no sabe muy bien sobre qué escribir. O, al menos, digámoslo así, hay semanas en que uno no tiene qué opinar. Hay otras en que abunda la mies, pero a uno no le apetece ni escribir ni opinar. Semanas en que a uno todo se le antoja triste. A veces uno se desanima. Es como si el aliento se le pusiera en fuga. No sé ustedes.

A principios de semana me indigné con los insultos de una ministra, de cuyo nombre no quiero acordarme, contra un empresario al que no conozco y del que solo tengo referencias (buenas). Indecente le llamaba la ministra y yo pensé dedicar estas líneas a la indecente ministra. Así, a bocajarro, porque tiene tela que los ministros insulten a los empresarios. Y mientras paseaba se me ocurrieron decenas de motivos para calificar de indecente a la ministra… pero me vine abajo. Me entró un siroco de no sé muy bien qué y se me hizo cuesta arriba mancharme las manos con tanta basura. Prometo, eso sí, dedicar, a no mucho tardar, una columna a honrar a los empresarios. Pero sobre la ministra lerda, indecente y algo tarumba mejor callar (de momento). Lerda, indecente, algo tarumba y tiñosa (en su segunda acepción: escasa, miserable y ruin). Esa es otra, ha vuelto la tiña.

No sabía de ella desde allá la noche de los tiempos (o sea, cuando se decía tiñosos a los gualtrapas con carga extra de abandono). La tiña, y hasta la lepra, las tenía por idas. Al menos de esta España mía. Pero ha vuelto la tiña. Como una plaga bíblica. Esta misma semana me crucé con un tiñoso y, así, vista de frente, es una avería catastrófica (al menos a los ojos). Y no sé muy bien el porqué, pero se me vino a las mientes, en tropel, la sarna, los hospicios y hasta el Lazarillo de Tormes. Hambre y piojos que dice «un mi vecino». Así que, por razones sanitarias, indulté a la ministra del escarnio de las banderillas negras.

Se merecían una columna a dos tintas. O mejor, a dos manos

Y no tenía por qué. Porque al día siguiente leo que cierto partido (o sea, el suyo) pide que se expulse de la programación de la televisión pública toda información sobre los toros y la caza. Otra muestra más de cómo entiende esta gente el respeto. En estas estaba cuando, hablando de respeto, me atropella lo de la Complutense. Otra. ¡No me negarán que el asunto tiene miga (y hasta gorgojos)! Más insultos, más voceras, más bobos de baba y, lo que es peor, todos okupando la Universidad (o lo que queda de ella). Se merecían una columna a dos tintas. O mejor, a dos manos. A manos llenas. Es como si la tiña se les hubiera metido dentro (dentro de las meninges). Pero estoy sin ganas. Como Vara, que no quiere debatir con Guardiola.

Esa es otra. Dice Vara que no debate con Guardiola porque Guardiola no tiene argumentos. Y me siento. Y lo leo dos veces. Y Vara pone cara de ajo. Porque Vara es de mucho poner cara de ajo (si ustedes, como yo, algunas mañanas son baristas, pueden probar a decir que tiene cara de serena introspección conforme la alta dignidad del cargo que ocupa). A Guardiola no la conozco, pero ríe más que todo el gobierno de Vara junto; porque mira que se ríe poco el gobierno de Vara. No sé cuál tiene más cara de palo. Y de ajo. ¿Pilar Blanco? ¿Han visto ustedes sonreír alguna vez a Pilar Blanco? ¿A Vergeles? ¿A la del campo? Poco o nada. Los escogerán por tristes. Tampoco es delito ser triste (que te escojan por triste pudiera serlo). Dice Vara que él está a lo suyo y que no tiene nada que debatir con Guardiola. Y hace bien, coile. Yo también estoy triste. Yo tampoco estoy para escribir/opinar sobre chorras (por graves que sean sus chorradas). Y que me perdone la ministra.

*Abogado

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