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Con permiso de mi padre

Mercedes Barona

Consejos que nadie ha pedido

Y cuando quieres darte cuenta, con suerte, tienes medio siglo. O sesenta años Y hasta ochenta. Porque los tienes, aunque tú digas que te sientes como con 25 (?), pero más sabia y con más experiencia. Más madura, que dicen los que te confunden con un jamón o un vino. Y un día alguien te llama señor o señora y casi te ofendes. Porque eres adulto, te guste o no, aunque para mí se envejece de verdad cuando se deja de tener ilusiones; ya sé que igual suena más poético que real, porque cuando te duelen las rodillas de artrosis no hay ilusión que valga, pero lo cierto es que hay personas que son ancianas de espíritu casi desde la adolescencia y ejercen como tales en todas las facetas de su vida. Seguro que ahora mismo tienen a alguien en mente que cuadra con esa definición. Viejóvenes creo que los llamó alguien.

¿A qué viene esta reflexión para un lunes? Pues es que, por fin, me he comprado una Vespa. Viejita, que hay que arreglar y recomponer. Ya sé que es una tontería y que dirán ustedes que eso qué les importa, pero para mí es un deseo cumplido, un proyecto que ir armando poco a poco hasta que esté al gusto. ¿Y después? Pues después a usarla y a emprender otro proyecto.

Conozco a quien a quien entrena para correr la maratón de NY, a quien ha empezado a tocar el clarinete pasados los 50, a quien quiere escalar un ochomil

Creo que es la mejor manera de encarar la vida, con objetivos, a corto, medio o largo plazo, con ganas de hacer cosas, con motivación. Y no crean ni mucho menos que eso significa una insatisfacción vital constante o un ansia por estar siempre emprendiendo tareas, sino que es un motor que lleva a levantarse todos los días con un plan, o al menos una intención.

Naces, creces, a veces te reproduces, y sin duda mueres. ¿Y ya? Hay que plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.

Sobre lo de los árboles no tengo ninguna pega: cuantos más mejor, siempre hay espacio aunque luego las administraciones no hagan su labor de prevención de incendios y nos cuelen el rollo del cambio climático para explicar por qué arden nuestros montes (no puede faltar la pulla política, ya lo saben).

Lo de tener hijos es más complicado: requiere de una pareja más o menos convencida, que desee traer al mundo una nueva vida de la que hacerse cargo para siempre. Por eso hay quien prefiere perros o gatos y los trata como a hijos, porque puedes dejarlos en casa con el pienso y seguir con tu vida. Además no piden paga.

En lo de escribir un libro no estoy de acuerdo: todos los años se publican infinitas obras, la mayoría infumables, para regocijo del ego de unos autores a los que, con suerte, leerán sus amigos. Pero ya eres escritor, aunque nunca hayas leído a Cervantes, Galdós o Azorín. Pero bueno, si ése es su proyecto y motor vital, adelante.

Conozco a quien entrena para correr la maratón de NY, a quien ha empezado a tocar el clarinete pasados los 50, a quien quiere escalar un ochomil. Busquen su ilusión, hay para todos los gustos. Porque la alternativa, ya lo saben, es hacerse viejos por dentro. Y eso, como la amargura o la envidia, se nota por fuera.

Feliz lunes. 

@merbaronam

* La autora es periodista

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