Opinión | La curiosa impertinente

Opiniones de una abuela

Cumplir años tiene sus ventajas. Entre ellas el no despreciable hecho de que se sigue viviendo, y, aunque la vida a veces es una mierda, muchísimas más es una aventura irrepetible, fuente de felicidad cifrada en el grado de amor que se reparte y recibe y en el bien que se hace. Para una, en estos momentos de madurez que, no hace tanto, los frívolos llamarían vejez, lo mejor de cumplir años, siendo mucho, no es la experiencia que enseña a no tomarse nunca nada, y cuando escribo nada es nada y menos que nada una misma, demasiado en serio. Son los nietos. Y la paradoja de que el mundo mágico de los peques, con su ternura, su inocencia y su verdad, es un paraíso auténtico y cercano y conservar la capacidad de divertirse con él y gozar como ellos gozan a medida que se abren a la vida en una curiosidad alegre e insaciable, mantiene la fe viva, la esperanza abierta y el amor pleno.

El otro día un amigo mío que ha pasado también de la edad en que la Celestina se refería a sí misma como una vieja de sesenta años, intentó adoptar un gatito en un conocido refugio de animales de Cáceres; y, con humor, pero también bastante lógico despecho, relataba atónito que le habían denegado la solicitud debido a su edad provecta, pues tienen como norma asegurarse que la adopción dure los quince años de vida media del animalito. Mi amigo afirmaba que no tenía ninguna intención de morirse antes, pero se quedó sin gato. Y una denuncia aquí esa discriminación cruel que, por mucho que se tome con humor, tiene muy poquita gracia. Siempre la juventud ha estado sobrevalorada-recordemos a Fausto- pero estos tiempos de tiranía de la imagen nos han llevado a una esclavitud de la misma que confunde la lozanía de la piel con las capacidades para procurar un hogar feliz a una criaturita de Dios. No ya la juventud, sino la apariencia de la misma, se ha vuelto religión, olvidando que las verdaderas arrugas salen en el alma y no dependen de los años que se cumplan, sino de la falta de empatía, la intolerancia y la falta de respeto. También a la edad. 

* La autora es profesora