La columna

Misterios del voto playero

Lo único cierto es que el presidente Sánchez considera una ventaja adelantar las elecciones al verano, o de lo contrario no lo hubiera hecho

Ánxel Vence

Ánxel Vence

Reprocha el líder de la oposición al jefe del Gobierno que haya convocado las elecciones en pleno verano para que la gente vote menos y así le vaya mejor al partido de Pedro Sánchez. Lo curioso es que el propio Alberto Núñez Feijóo, siendo presidente de la Xunta, no dudó en hacer lo mismo en Galicia un 12 de julio del año 2020. Y le fue bastante bien, desde luego.

A Feijóo, como hoy a Sánchez, le afearon también aquella conducta: y no solo por el relajo veraniego que podría disuadir a los votantes de acudir al colegio electoral. También influía en aquel momento el ambiente de mascarillas y covid que, a juicio de los críticos del presidente, podría echar igualmente para atrás a no pocos electores. Por no hablar ya de los riesgos sanitarios.

Al final, la abstención alcanzó el 51 por ciento, que tampoco es un bajón excesivo para Galicia, donde suelen registrarse porcentajes de participación inferiores al promedio de España.

No resulta del todo aventurado suponer que la fecha del 23 de julio reducirá también la afluencia de votantes a las urnas, aunque nada es seguro. Tan enfrentadas están las dos Españas de siempre en este verano electoral que hasta podrían sorprendernos con una crecida de votos.

Lo que no se entiende muy bien es cómo saben los gobernantes -o aspirantes a serlo- que una menor concurrencia de electores perjudicará a su partido. Hay varias teorías al respecto.

Se alega, por ejemplo, que los veraneantes de la derecha serán más numerosos que los de la izquierda, en la creencia -tal vez exagerada- de que disponen de más dinero para pagárselas. Es una hipótesis de difícil comprobación en una España donde la predominancia de las clases medias ha diluido esas lindes que sin duda existieron hace muchos años.

A esto retrucan los conservadores con la idea de que sus partidarios suelen estar menos motivados que los progresistas a la hora de cambiar la playa por el colegio electoral. Puede que así sea, por más que se trate de una estimación puramente subjetiva que tampoco resulta de fácil demostración.

Lo único cierto es que el presidente Sánchez considera una ventaja adelantar las elecciones al verano, o de lo contrario no lo hubiera hecho. Tal vez crea que, en efecto, sus electores son más voluntariosos y sacrificados que los de enfrente, aunque esas cosas nunca se saben con certeza en un clima de pasiones tan extremadas como el que calienta las elecciones en puertas.

Quizá importe más en este caso el clima meteorológico que el político. Si las temperaturas rompen récords, como bien podría suceder, el tiempo sería un factor fundamental. Del mismo modo que los soviéticos recurrieron al General Invierno para embarrar los tanques de Hitler y ganarle la guerra al III Reich, el General Verano influiría también en el resultado de la batalla electoral de julio en España.

Se ignora, eso sí, a quién favorecerán las temperaturas presumiblemente altas, teniendo en cuenta que tanto Sánchez como Feijóo llamaron a votar en verano. El maestro Pío Cabanillas lo tendría claro: «Vamos a ganar, aunque todavía no sé quiénes».

*Periodista

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