Nueva sociedad, nueva política

Las «otras dos Españas» del 23-J

Tres de las comunidades autónomas en las que menos interesan las elecciones españolas pueden marcar el sentido del Gobierno de España

Carles Puigdemont, diputado al Parlamento Europeo.

Carles Puigdemont, diputado al Parlamento Europeo. / El Periódico

Enrique Pérez Romero

Enrique Pérez Romero

En la medianoche del 3 de marzo de 1996, cuando se supo que José María Aznar tenía 156 escaños, aunque solo superara al PSOE de Felipe González por 290.328 votos, ni al más loco de los españoles se le habría ocurrido que González pudiera seguir siendo presidente del Gobierno. 

Felipe contaba 141 escaños que, sumados a los de IU (21), CIU (16), PNV (5), CC (4), BNG (2), HB (2), ERC (1), EA (1) y UV (1) eran 194. No solo podría haber logrado una amplia mayoría absoluta, sino que podría haber elegido con quién hacerlo. Pero, repito, ni al más loco de los españoles se le ocurrió entonces que el secretario general del PSOE siguiera siendo presidente mediante un acuerdo con nacionalistas catalanes, vascos, canarios, gallegos y valencianos, de derechas y de izquierdas.

¿Por qué 27 años después ocurre exactamente lo contrario, y parece ser que ni el más loco de los españoles piensa que PNV, CC y UPN puedan ceder solo siete escaños para que gobierne el ganador, Alberto Núñez Feijóo, como lo hizo Aznar, en otro cambio de ciclo político? La respuesta es sencilla y, al mismo tiempo, de enorme complejidad social y política.

En la España de 1996, por un lado, la política no había alcanzado el grado de cinismo contemporáneo: la cercanía de la Transición (un golpe de Estado solo 15 años antes) hacía que el eje ideológico (izquierda vs. derecha) todavía estuviera contagiado de la épica posfranquista y de una cierta ingenuidad; por otro lado, el llamado «problema nacional» tenía mucha sordina, solo rota por ETA. 

Si en 2023 nadie parece concebir que Feijóo pueda gobernar el país, a pesar de haber ganado las elecciones en unas condiciones muy parecidas a las de Aznar en 1996, es porque ahora el eje nacional (centro vs. periferia, nacionalismos centrífugos vs. proyecto nacional) ha superado en importancia, con mucho, al eje ideológico. El problema nacionalista es mucho mayor que entonces. 

Para entenderlo, solo hay que desagregar los resultados electorales por CC.AA.: el PP y VOX han obtenido una holgadísima mayoría absoluta en 14 de las 19 CC.AA., en tres casos por encima del 60% (Melilla, 65,17%; Murcia, 63,07% y Ceuta, 62,05%), y en cuatro por encima del 55% (Castilla La Mancha, 56,75%; Cantabria, 56,16%; Castilla y León, 55,41% y La Rioja, 55,40%). ¿Cómo es posible, entonces, tan poca diferencia global? Fácil: en las tres con nacionalismos más pujantes no llega al 25% (Navarra, 22,32%; Cataluña, 21,10% y País Vasco, 14,10%). No es casual que Cataluña sea la CC.AA. donde la suma de PSOE y Sumar haya alcanzado su mejor resultado (48,52%) y que esas mismas CC.AA. sean tres de las únicas cinco donde ha vencido el PSOE. Tampoco es azaroso que en esas tres CC.AA. sea donde menos se vota a partidos nacionales (50,44% en País Vasco; 62,55% en Navarra y 69,62% en Cataluña, frente al promedio de 88,66% para la suma PP+PSOE+VOX+Sumar). Y tampoco es casualidad que esas tres CC.AA. estén a la cabeza de las más abstencionistas.  

Resumiendo: tres de las CC.AA. en las que menos interesan las elecciones españolas y donde menos se vota a partidos nacionales, pueden marcar el sentido del Gobierno de España, contra un bloque que ha vencido por mayoría absoluta en las tres cuartas partes del país, y aunque el posible bloque gobernante no haya llegado a esa cifra en ninguna CC.AA. 

Las «dos Españas» ideológicas poco pintan ya, a pesar de alharacas por un lado y otro. No solo porque las políticas, gobierne quien gobierne, vienen dictadas por la UE, y porque desde los años noventa se parecen como dos gotas de agua, sino, sobre todo, porque existe un eje mucho más relevante, el nacionalista, que amenaza con llevar a España a un abismo de vértigo. Esas «dos Españas», la nacional y la centrífuga, parafraseando a Machado, «han de helarnos el corazón» en este aún joven siglo XXI. 

Y lo peor no es eso. Lo peor es que muchos españoles parecen creer que Pedro Sánchez —el secretario general del PSOE que ha perdido más elecciones en la historia (tres —2015, 2016 y 2023— de cinco, el 60%)— podría gobernar España sin ganar las elecciones porque dice ser de izquierdas. Cuando en realidad, lo que ocurre, es que, si gobierna, lo hará por los votos de Cataluña, Euskadi y Navarra, que son nacionalistas mucho antes que socialistas. En algunos casos, independentistas.

*Licenciado en CC de la Información

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