jueves sociales

Elecciones y cumpleaños

Pilar Galán Rodríguez

Pilar Galán Rodríguez

Nací un veintitrés de julio, así que este año uno de mis regalos ha sido votar en las elecciones. Lo hice casi a última hora, después de pasar un día precioso con Marino y Ana, los responsables de la editorial De la luna libros, trabajadores incansables en busca de esa realidad necesaria que a muchos les parece humo entre los dedos, y que se llama cultura. 

"Es difícil explicar a quien ha nacido en democracia, a quien ha podido votar siempre, qué responsabilidad enorme es esta de elegir quién va a ocuparse de este país durante cuatro años

Comimos con nuestros hijos, en La Vera, después de presentar los libros la noche anterior en un sitio maravilloso, el Museo de los Escobazos de Jarandilla, acompañados por la voz inteligente y dulce de Guadalupe, en un acto de la Asociación Badila, que, entre otras muchas cosas, organiza un festival de cine que nadie debería perderse. Hubo mucho público, una presentación muy cuidada, y un vino al lado de la iglesia. 

Cuento todo esto porque el fin de semana era propicio a la amistad, a la celebración, a la risa entre amigos y personas que dedican una noche de sábado a escuchar poemas sobre pájaros y libros de duelo. La comida estuvo llena de recuerdos, de cosas que nos unen, de hijos que hemos visto crecer entre charlas, teatro y libros, y que hoy pueden votar, a nuestro lado. Son hombres de provecho, esa expresión tan antigua que ahora se carga de significado. 

Estudian, trabajan, crecen en unas dimensiones para nosotros inalcanzables y, aunque suene grandilocuente, son nuestro futuro. 

Después de estos días de complicidades y reencuentros, vinimos a votar. Con calor, cansados, casi al borde de la hora de cierre, pero vinimos. Es difícil explicar a quien ha nacido en democracia, a quien ha podido votar siempre, qué responsabilidad enorme es esta de elegir quién va a ocuparse de este país durante cuatro años. 

Este país envenenado que llenó las redes de acusaciones falsas como que Renfe saboteó sus trenes, a la altura de todas las injurias vertidas en la campaña. Después de votar, soplamos las velas y comimos tarta, y esperamos los resultados, mientras deshacíamos el equipaje. Y como en España es difícil aburrirse y la realidad suele superar a la ficción, ocurrió lo que nadie pronosticaba, lo que nadie esperaba. Enseguida las redes se llenaron otra vez de mensajes de odio a favor de la unidad de España o en contra del PP, los fanáticos no entienden de siglas. 

Todavía no había ningún pacto y los odiadores oficiales estaban en contra. Después de un fin de semana de concordia, costaba admitir de nuevo el enfrentamiento, y pensar que los siguientes meses darán para mucho, para observar qué se ofrece y a cambio de qué, o para volver a votar o para que gobierne la lista más votada, lo que no suele suceder en ningún caso. 

Acabó mi cumpleaños, y nos fuimos a acostar con la sensación agridulce de que en este país todo puede pasar, para bien o para mal, y de que los votantes han elegido libremente y en democracia, los mejores regalos posibles, pese a quien pese. 

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