extremadura desde el foro

Federalismos oportunos

La apuesta primero: la decisión está tomada, habrá gobierno de Pedro Sánchez

Alberto Hernández Lopo

Alberto Hernández Lopo

Vayamos primero con las apuestas: no habrá bloqueo ni repetición electoral, sino gobierno de Pedro Sánchez. Me cuesta entender que se tracen análisis hablando de «incertidumbre». Podemos hacer múltiples cábalas, pero la decisión está tomada. La tranquilidad post-noche electoral del presidente sólo confirma lo evidente. Queda negociar, sabiendo de antemano el final, y ganando tiempo a través de la futura investidura fallida de Feijoó.

Sánchez tiene una acreditada virtud como político: juega con sus propias reglas y muestra -indisimuladamente- cierto desdén hacia las comunes. De ahí, su capacidad camaleónica y de conseguir cuadraturas del círculo. Sobre la honestidad de ese tipo de táctica, las dudas se disparan. Pero quien mejor conoce esa condición son precisamente todos los que se aprestan a la negociación para su investidura.

Los partidos independentistas se enfrentan, desde diversos ángulos, a una encrucijada. Ante, probablemente, su última gran ocasión. La que representa un Pedro Sánchez que ha ido preparando, con mimo, este escenario. No hubo problema en reconocer en los mítines de los partidos independentistas vascos y catalanes que esperaban ser la llave de la gobernabilidad de España. Que veían, por supuesto, justo en esta coyuntura: un Sánchez atado a la aritmética parlamentaria.

Por eso, lo que se pondrá sobre la mesa no será ni la independencia ni la concertación de un referéndum. Al menos, fuera de los focos. Es probable que, especialmente un independentismo catalán golpeado en su propia tierra, existan muestras públicas de indignación y enarbolen la bandera de las no concesiones, no habrá paso atrás. Todo, cara a una galería propia que parece desanimada.

Las peticiones de vascos y catalanes no tienen por qué estar alineadas, siendo los primeros más sutiles en este juego de peticiones y deudas (a cobrar). Agotar la negociación en el anhelo de la independencia debilita a su valedor, arrinconaría a un Sánchez que nunca reconocerá lo que realmente va a ofertar. Seguramente, no valdrán compromisos presupuestarios ni crecimiento de inversiones. Eso está descontado. No, debe darse un paso más: administración tributaria propia, un sistema de concierto para Cataluña y la deslocalización de la gestión de la seguridad social.

Debajo de todo esto hay un cuidado andamiaje que se ha ido preparando en los últimos años. Aún en la oposición, Sánchez hizo suya la idea del federalismo asimétrico que Paul Preston había propugnado como «solución» para España. En realidad, recogía aquella vieja idea de la república plurinacional de Petit, que Zapatero abrazaba. Puede ocurrir, claro, que el socialista sea el partido que mejor ha sabido entender el país. Que una convivencia exija cesiones y un entendimiento continuo y progresivo. Un federalismo convencido.

El cuestionamiento de los pactos con VOX ha sido una idea que los propios populares compraron públicamente

Pero no hay verdadero convencimiento intelectual. Lo que se disfraza de federalismo es la consolidación de la ruptura de la solidaridad interterritorial y el cuestionamiento de la integridad de la nación. Es fácil cuestionar sobre estos pactos a barones y militantes en Castilla La Mancha o Extremadura. Este «federalismo», sí lo es, es oportunista. 

No seré yo el que cuestione acuerdos entre partidos, la negociación con nacionalistas (que se han producido con los dos grandes partidos) ni, por descontado, la legitimidad del gobierno que se va a formar. Es perfectamente constitucional y válido. Sí, en cambio, que el coste del mismo sea más alto que la gobernabilidad del país y que el báculo para investir a un nuevo ejecutivo sea un partido con un líder prófugo de nuestra justicia.  

Esta negociación es un mecanismo de continuidad. Iglesias, un francotirador político de primer nivel, puso los cepos originarios para la trampa cuando espetó al PP que «nunca volvería a sentarse en un consejo de ministros». El cuestionamiento de los pactos con VOX ha sido una idea que los propios populares compraron públicamente, generando que un potencial gobierno del centro derecha se quede sin potenciales aliados. Invalidando otra alternativa que sea mayoría absoluta. Eso se llama caer voluntariamente en la trampa.

También habría que preguntarse por qué es más cómodo para los nacionalistas con un partido que con otro. Sería (más que) oportuno.

*Abogado, experto en finanzas

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