Una casa a las afueras

Estos días azules

Hay oportunidades que no se repiten. Por eso un escalofrío de incredulidad recorre todavía a derecha e izquierda

Mar Gómez Fornés

Mar Gómez Fornés

Alos políticos les pasa que rozan con la punta de los dedos una felicidad líquida... es oro, en cambio usan el agua para lavar los platos, abren y cierran el grifo cada cuatro años y mientras tanto viajan en canoa viendo de lejos las orillas. 

No se puede vivir a expensas de lo que caiga del cielo. Hay que conocer a fondo la posición de los escollos, así como de los faros y las boyas en el mar, y sin falta, deben corregirse las tablas logarítmicas, pues a menudo un simple error de cálculo envía una nave contra una roca en lugar de acercarla a un muelle amigo. Éste fue el destino inenarrable del conde de La Pérouse, un marino francés cuya expedición naval que él mismo dirigía alrededor del mundo desapareció en 1788 en Vanikoro, Islas Salomón.  

En resumen, cada cierto tiempo hay que hacer un balance de cuentas para saber cuál es la situación de uno mismo sin dejarse seducir por los cantos desafinados de la sirenita. La verdad suele florecer en soledad, lejos del eco del rebaño, los relatos y marcos mentales.  

Hay oportunidades que no se repiten. 

Por eso un escalofrío de incredulidad recorre todavía a derecha e izquierda; mires donde mires la sorpresa viaja en dos direcciones si bien parece que la señorita cursi hasta en el nombre, ¡sorpresa! ha sacado billete solo de ida y no de vuelta ya que todo apunta a que pasará un ratito de su existencia en el lado izquierdo de la colina. Un lugar al que, por cierto, las encuestas atribuían poca fecundidad; un espacio el de la izquierda por el que, según las encuestas rodaban ruidos de guijarros en torrente desbordado. De ahí que la derecha se agarrara fuerte a su cornamusa y comenzó a arder en ellos un fuego interior que, para su desgracia no se esforzaban en disimular.  

Alguien les había vendido la inmensidad del mundo y cada día sus ojos se volvían más azules. Muy azules. Por eso el hundimiento emocional de la derecha ha sido de dimensiones catastróficas. Tanto, que el sentimiento es de estar en la unidad de quemados. 

Las quemaduras van para rato, apenas queda piel sana sobre el dolorido cuerpo expuesto en vitrinas y en carne viva. Será necesario un gran amor para salir de esta quemazón.  

Deben hacerse a la idea de la importancia que tendrá llegar con la inteligencia bien equipada una vez transitada la inevitable travesía del desierto y aprender buenas dosis de observación que les serán muy útiles para el futuro. 

La Naturaleza es la primera y mejor de las maestras ya que ayuda a desarrollar precisamente ese espíritu delicado de observación. En primavera llegan chorlitos y avefrías que anidan entre los pastos, los niños curiosos y atentos saben que estos pájaros prefieren los pastos de las vacas a los de las ovejas; el motivo es porque allí donde pastan las ovejas quedan en el suelo vellones de lana en los cuales los polluelos enredan sus patitas. Los urogallos, por el contrario, se arriesgan entre landas de carneros, porque sus hijuelos son más fuertes. 

De manera que el trabajo de observar es muy importante: ayuda a saber que la madre-pájaro cuando ve venir un hombre o un animal, corre por la hierba agazapada y se va alejando del nido antes de alzar el vuelo con el fin de que los posibles cazadores no localicen el emplazamiento real. Una lección tras otra de la Naturaleza que no tiene tiempo para otra cosa más que para ser eficaz.  

En momentos como éste sólo nos queda mirar a los clásicos como consuelo; decía Confucio: «Vosotros, que gobernáis, amad la virtud y el pueblo será virtuoso. Las virtudes de un hombre superior son como el viento; las virtudes de un hombre corriente son como la hierba, cuando el viento sopla sobre ella, la hierba se inclina». 

Botiquín para el viaje.

* Periodista

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