Desde el norte

Falsos desnudos

Ponemos un mundo en manos de los niños y ni les supervisamos ni controlamos lo que hacen

Raquel Rodríguez Muñoz

Raquel Rodríguez Muñoz

Hay una cosa clara, una vez que una foto tuya está en internet, no hay manera de controlar a quién va a llegar ni lo que se puede hacer con ella. Por mucho que se la mandes a personas cercanas o a través de redes sociales supuestamente cerradas. La policía lo advierte, pero no nos damos por enterados o no pensamos que se pueda hacer un mal uso de ellas.

Es lo que seguramente imaginaron las niñas del municipio extremeño de Almendralejo a quienes han retocado sus fotos para que aparezcan desnudas, en cuerpos que no son los suyos. Todo gracias a la nueva panacea que es la Inteligencia Artificial.

No son las primeras, ni serán las últimas, pero el caso ha alcanzado publicidad nacional porque una madre, a su vez ginecóloga acostumbrada al manejo de las redes sociales y la divulgación pública, no dudó en utilizar esas redes para denunciar lo ocurrido y, además, animar a otras en la situación de sus hijas a hacerlo también. Para que no quedara impune, para que se note que las víctimas ya no se van a quedar calladas, sufriendo su vergüenza, para advertir del mal uso que se puede hacer de las nuevas tecnologías y reclamar más control y consecuencias a la altura para los causantes.

En este caso, estamos hablando de menores y lo que subyace es un problema del que los padres son los principales responsables, la edad tan temprana en la que les damos una herramienta tan peligrosa como el móvil. ¿Aún no nos hemos enterado de que un niño con diez o doce años no tiene la madurez suficiente para usar bien un móvil?

Ponemos un mundo en sus manos, de aplicaciones, de redes, de pornografía, de acceso a desconocidos... y, no solo eso, sino que no les enseñamos a utilizarlo y ni siquiera supervisamos o controlamos lo que hacen con ellos.

Así, cada vez es más frecuente el acoso a través del móvil y situaciones como la de Almendralejo. Los menores lo toman como un juego y los padres ni se enteran hasta que ya es tarde.

Hay que tomar conciencia de lo que se puede hacer con un móvil y acompañar también a los niños en su uso. Educar, en definitiva. Mientras, debe haber más control y legislación sobre el acceso de menores a ciertos contenidos y aplicaciones y su utilización. Y si hay abuso, denunciar y en esto las afectadas de Almendralejo han dado una lección de valentía.

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