Zona Zero

La ciudad y el blues

Cáceres seguirá envuelta en un ritmo cadencioso y adictivo, en una especie de maldición milenaria

GALERÍA | No hay quién frene el blues en Cáceres

GALERÍA | No hay quién frene el blues en Cáceres / Carlos Gil

Juan José Ventura

Juan José Ventura

El blues son 12 compases y tres acordes que se repiten en bucle. Nada más y nada menos, pues con ellos se forjó un estilo de música y una forma de vida que aún perdura desde su nacimiento cerca del Misisipi. Nació en las comunidades afroamericanas de principios del siglo XX, que expresaban así sus sentimientos de tristeza y melancolía.

El azul (blue) se identifica con un pesar profundo. Si lo interpretamos en un entorno histórico el sentimiento se acendra y trasciende las vivencias que se agazapan en las piedras renacentistas. El Festival de Blues vivido el pasado fin de semana demostró que con mimbres musicales simples se puede llegar al tuétano de miles de personas con unas notas que conmueven hasta los fósiles engastados en los centenarios muros. Este festival es un clásico del otoño cacereño, pero este sindios en el que se ha vuelto el clima lo transforma en una cita donde el calor, musical y humano, puede cortarse con un arpegio en la noche bajo las estrellas.

El blues tiene su propia escala y su propia nota, la ‘blue note’, sin la que no se entendería el desarrollo de la melodía blusera. En algo se parecen esta ciudad y el blues. Su arquitectura se siente dentro, como un dolor lejano, que no se sabe por dónde viene, y que si nos faltara, si desapareciera esa ‘blue note’ de nuestras vidas, el vacío no lo podría llenar nadie.

Después, está el problema de sus dimensiones, hechas a la medida del hombre. La ciudad se desborda en cuanto que pasa algo en ella. El pan se agota en las tiendas, las colas para un bocadillo colapsan las callejuelas y los taxis son un sueño imposible… Pero Cáceres seguirá envuelta en el blues in aeternum, presa de un ritmo cadencioso, embelesante y adictivo, cuya armonía vuelve constantemente a su centro tonal, en una especie de maldición milenaria que sus habitantes celebran como un ritual que se perpetúa por los siglos de los siglos.