Encerado y clarión

Diógenes en siglo XXI

Diógenes en el siglo XXI

Diógenes en el siglo XXI / EL PERIÓDICO

Saturnino Acosta

Saturnino Acosta

Ay si Diógenes levantara la cabeza, el pobre ha quedado para atribuirle el famoso ‘síndrome de Diógenes’, es decir, acumulación de basuras y objetos inservibles, sin embargo, era justo lo contrario, aunque ciertamente descuidara su higiene personal. Diógenes vivía en una tinaja solamente con un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco, que por cierto desdeñó al ver a un niño comer sin necesidad del mismo. Diógenes además de pretender huir de todo lo material que fuera absolutamente innecesario y ser recordado por el síndrome, también fue filósofo, concretamente de la escuela cínica, y aparte de la tinaja y el consabido san Benito que se le ha otorgado como el más antiguo vagabundo reconocido de la historia, tiene otra anécdota para ser recordada y que por desgracia me ha venido a la cabeza en estos últimos día, no una lucecita, una lámpara, la que utilizaba Diógenes de día para «buscar hombres, pero hombres de verdad», utilizando el genérico, pues en esos días el término hombre englobaba a cualquier ser bípedo pensante con el don de la palabra.

Pues sí, el horrible accidente del joven cordobés, aún sin esclarecer, ha levantado en la sociedad ese recuerdo de no muy antaño, pero esa resignación a la realidad del hoy, de los valores, la empatía, la ayuda al prójimo, la confianza, el dar sin esperar, o el esperar sin dar a cambio. Mientras se sucedían y atropellaban las noticias de su desaparición, éramos muchos los que nos preguntábamos cómo era posible que nadie ayudara a un muchacho en esa situación, seguramente movidos por el paralelismo que pudiéramos hacer con nuestros propios hijos e hijas, o el paralelismo que compañeros y compañeras del muchacho hicieran de la falta de ayuda. A día de hoy y según se traduce de declaraciones de responsables que han trascendido, se le otorgó ayuda y disposición, cosa que por supuesto nadie pone en duda, pero indiferentemente, ha sido la propia sociedad, sin saber si se brindó o dejó de brindar la misma, la que sentencia que a pasos agigantados hemos perdido gran parte de nuestra humanidad con respecto al otro, en beneficio de nuestro beneficio con respecto a la humanidad.

La lástima es que tengamos que vivir episodios tan tristes para darnos cuenta o reconocer la evidente pérdida de valores que como sociedad estamos viviendo y padeciendo. Repito, que nadie me interprete mal, no estoy diciendo que la causa o en algo tengan que ver en el siniestro, pero sí que ha removido consciencias y reflexiones públicas sobre un tema tabú socialmente y ahora por fin exhalado como terapia, necesitamos creer en nosotros mismos, necesitamos volver a la confianza en el ser humano, necesitamos progresar como sociedad y necesitamos la empatía para seguir siendo simplemente humanos.

Esta última desgracia nos ha recordado la necesidad de ser ‘tribu’ como sociedad, pero para ser tribu cada individuo debe sentirse miembro de la misma y sentir a quienes están a su izquierda y derecha que también lo son, aunque la distancia entre ellos sea diametralmente opuesta. 

Diógenes buscaba hombres honestos, hombres de verdad, con una lámpara a plena luz del día porque en su filosofía de escuela cínica no existían. Quizás Diógenes estaba equivocado, y en vez de lámpara necesitara un despertador, para ir despertando a todos los que estamos dormidos.

Suscríbete para seguir leyendo