Encerado y clarión

La teoría del salchichón

Una niña a la salida de clase.

Una niña a la salida de clase.

Saturnino Acosta

Saturnino Acosta

Dicho síndrome, también atribuible al «espetec» del anuncio, es bien sencillo, lonchita a lonchita, que no se nota, el salchichón se va dejando comer terreno hasta que no le queda más que la cuerdecilla.

Sí, los docentes también sufrimos el síndrome del salchichón, como dice Alfonso Guerra para con otros menesteres. Y es que de poquito a poquito hemos pasado de ser maestros y profesores de los hijos e hijas de los demás, a ser los padres y madres de los hijos e hijas de aspirantes a maestros y profesores, pues a día de hoy, pareciera que cualquiera sabe más de cifras y letras que Jordi Hurtado, y eso que no se interesen por la teoría de los antiguos astronautas. Hemos tornado los papeles y mientras las familias y sociedad en general, además de lamentablemente instituciones y administraciones delegan problemas sociales y de desarrollo emocional y social en la escuela, pareciera que las disfunciones o ausencia de las mismas se generan en la escuela y se trasladan a casa cuando la escuela es fiel reflejo de lo segundo, de las disfunciones o ausencias que se traen, no de las que se llevan.

No es cuestión que nuestro alumnado pase más tiempo en horario escolar que en su hogar, pues no es así, pasan más tiempo fuera que dentro, es cuestión de que en el tiempo que pasan fuera, sus progenitores asuman que es su obligación la de educar en primer lugar para después complementar en la escuela, y no considerar que es al revés, que les compete en primer lugar a los docentes, y luego, si eso, a ellos. Así, cada vez más, cual salchichón, nos van comiendo lonchita a lonchita y nosotros dejándonos comer, y el salchichón no da más de sí, es decir, si ya de por sí tenemos un currículo apretado que hay que cumplir, hacer de padre y madre de veinticinco alumnos de media como que se nos antoja además de complicado, imposible.

Mientras las familias y sociedad en general, además de lamentablemente instituciones y administraciones delegan problemas sociales y de desarrollo emocional y social en la escuela, pareciera que las disfunciones o ausencia de las mismas se generan en la escuela y se trasladan a casa cuando la escuela es fiel reflejo de lo segundo, de las disfunciones o ausencias que se traen, no de las que se llevan

Quién no ha escuchado la frase tan típica de que en respuesta a una mala actitud o contestación de un púber, el interlocutor le contesta ¿eso es lo que te enseñan en la escuela? Pues de esos barros estos lodos. No, mire usted, con toda seguridad lo habrá aprendido en cualquier lado menos en la escuela.

Con esto no estoy culpabilizando a las familias, o al menos no del todo. La sociedad ha evolucionado tan rápido y de tal manera que ciertamente es difícil educar a los propios hijos pero siempre lo ha sido, ahora quizás más debido a la falta de medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, la aparición y evolución de las tecnologías y la dificultad de gestión del ocio y el tiempo libre, pero desviar la responsabilidad a los docentes y a la escuela es además de injusto e inviable, un error manifiesto. Disculpen las comparaciones pero es absurdo obligar a los ciudadanos a hacer cursos para garantizar correctamente el cuidado a animales domésticos y pretender que la escuela asuma la responsabilidad que le es de competencia a los ciudadanos para con sus hijos e hijas en el ámbito familiar y eximirles de culpa.

En definitiva, cada vez nos queda menos salchichón del que ir comiendo y si hablamos de la cuerdecilla, cada vez menos cuerda y todo abuso tiene su contrapartida, llegará el momento donde los propios docentes vean su trabajo como el de cualquier trabajador que lleva a sus hijos a la escuela, como un medio y no un fin, y el día que pase eso, olvídense del salchichón.

Presidente Anpe Cáceres

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