Encerado y Clarión

Investidos o embestido, esa es la cuestión

Fachada tribunal constitucional

Fachada tribunal constitucional

Saturnino Acosta

Saturnino Acosta

Parecía olvidada pero otra vez han vuelto aires de independencia, aunque por desgracia no precisamente la que reclaman los jueces y fiscales, la que por ausencia tienen algunos grupos políticos e incluso políticos, pues hay que recordar que tanto en el Congreso de los Diputados como en el Senado, los elegidos son representantes de su partido pero en representación, y supuestamente defensa de los intereses, de su provincia. Va a ser difícil para algunos criticar ahora, no antes, la falta de hospitales especialistas, trenes que no ferrocarriles, empleo o plantillas docentes, y no me refiero solo a políticos, también a aquellas centrales sindicales que a bombo y platillo aplauden la cesión de sistemas de pensiones, o una financiación autonómica que beneficia a una comunidad autónoma con quince mil millones más de euros que al resto, que sepamos, con sus perniciosas consecuencias y agravios.

Estimados lectores, sean del partido que sean, si lo son, que tampoco tiene por qué, incluso de todos y ninguno, independientemente de su ideología, sentir, empatías o apatías, da igual, les guste o les deje de gustar, la máxima regla política tiene un nombre, lo que en su día, y parecía imposible nos unió, tiene un nombre, lo que nos hizo iguales ante la ley tiene un nombre, lo que nos hizo libres, lo que asegura nuestras libertades y derechos, nuestro garante democrático, todo eso y más, tiene un nombre, Constitución.

Una Constitución basada en la división de poderes, que por si no lo sabían no sólo es para asegurar la independencia del poder judicial, legislativo y ejecutivo, principalmente es para que cada poder sea vigilante y garante del otro para evitar el abuso de poder que significaría ostentar los tres poderes a la vez, pues entonces el gobierno podría hacer leyes injustas, aplicarlas con uso partidista y en beneficio propio o simplemente condenar o exonerar a quién se quisiera cuando se quisiera dependiendo del gobernante y del infractor, seguro que de algo les suena.

La máxima regla política tiene un nombre, lo que en su día, y parecía imposible nos unió, tiene un nombre, lo que nos hizo iguales ante la ley tiene un nombre, lo que nos hizo libres, lo que asegura nuestras libertades y derechos, nuestro garante democrático, todo eso y más, tiene un nombre, Constitución

Mire usted, si me parece muy bien que se lleguen a acuerdos y que gobierne quien pueda gobernar o tenga más apoyos, si no se trata de eso, se trata de que quien quiera gobernar sin ganar unas elecciones, debe convencer al resto de su idoneidad política y de gestión, hasta aquí legítimo acorde a Ley, pero no a base de condonar penas, olvidar delitos, crear naciones dentro de una nación con capacidad de negociación bilateral, perdonar deudas multimillonarias, ceder gestiones propias del Estado que creen desigualdad entre los ciudadanos, como el sistema de pensiones, o multiplicar la financiación a algunas comunidades en detrimento de las otras, con lo que conlleva en infraestructuras, trenes para los que tenemos ferrocarriles, servicios públicos, empleo y en definitiva, calidad de vida y estado del bienestar.

Ustedes perdonen, sean del partido que sean, o no, pero eso en mi tierra y en la suya, de norte a sur se llama chantaje por un lado e irresponsabilidad por el otro, pues ser votado y poder alcanzar pactos no da derecho a pernada cual medievo o desmembrar aquello que han jurado cumplir y hacer cumplir, la Constitución, que es precisamente, al menos los tuyos, para lo que te han votado, no para lo contrario.

Mientras leen estas líneas se estará produciendo salvo hecatombe, quiero decir, otra hecatombe, la investidura de Puigdemont, Junqueras y Aitores, con un Pedro Sánchez embestido que no investido por todos ellos y el resto de los no agraciados con los escaños necesarios, el resto mucho me temo que corneados.

*Maestro

Suscríbete para seguir leyendo