Encerado y clarión

La fruta y el cojín

Isabel Díaz Ayuso

Isabel Díaz Ayuso / EL PERIÓDICO

Saturnino Acosta

Saturnino Acosta

Como está el huerto, sobre todo el frutal, le gusten o no las frutas, aunque nadie puede negar que «el que te guste la fruta» como a alguna madrileña, se ha vuelto viral. Camisetas, cestas de regalo, memes o respuestas y preguntas de broma y no tan de broma, están haciendo furor tanto en redes como en las calles. Ciertamente la respuesta completa con el «me mola» y el «qué pasha», tuvo su gracia y carga irónica, no así tanto los hechos que motivaron tal ataque pasional de frutarismo.

Hoy por hoy, nuestro mundillo político parece más un corral que un huerto. Políticos que excluyen a sus políticos, políticos que gobiernan para cargarse el gobierno, partidos que participan y se benefician, del Estado para salir del Estado, y así suma y sigue. Tal es la situación que la violencia, no la física, la verbal y la que subyace en el congreso es cada vez más tangible.

Desde hace ya demasiados años, y creciendo de un año para otro, nuestra política ha pasado de la verdadera pasión por hacer política y enfrentamientos de altura, al circo de vodevil, a los debates de estilo Sálvame y a los insultos algunos tapados y otros no tantos, del respeto al contrario con ataques duros, a las faltas de respeto continuas con ataques personales, incluso desgraciadamente a familiares, y lo peor de todo es que nos hemos acostumbrado.

Precisamente los que debieran dar ejemplo de corrección y formas a la sociedad tanto por su relevancia como su cargo de representación son precisamente los que dan ejemplo de todo lo contrario, y eso es lo que se traslada a la sociedad, pero después nos quejamos de la sociedad a las que hemos dado ejemplo. Por si alguno pensara mal, esto no viene solo de hace unos días, se instauró hace relativamente pocos años o lustros, en nuestra política, por parte de algunos políticos, contagiando a la sociedad y con el efecto mimético que ha tenido en el resto tanto de políticos como de la sociedad, aunque repito, no en todos, pero sí en buena parte.

El que suscribe que lleva algunos años escribiendo y recuerda como cuando se empezó a hacer oídos sordos a ciertos ataques verbales, formas, violencia de baja intensidad, alusiones y llamadas a movilizaciones o escraches, justificados por algunos como expresión libre del pueblo, advertía del efecto que a medio y largo plazo podía tener pues no era cuestión de tener o no razón, era cuestión de justificar las formas y maneras para defender las ideas.

Hoy parece que si no se alza la voz, si no atacas con ferocidad a tu adversario político, no ya por sus ideas, a la persona que ejerce, no estás defendiendo tu postura o poniendo en peligro tu sillón ante tus votantes, que es lo más triste de todo.

Cada cual tendrá su visión, pero sinceramente espero que las aguas se calmen y en beneficio de todos la política vuelva a ser aquella que se ejercía con firmeza y autoridad, a veces con dureza, pero estrictamente con la política desde la política y entre señores y señoras políticos ya que a mí también me hubiese gustado la fruta seguramente, no lo duden, y seguramente a usted, tampoco lo dudo, en determinada circunstancia, lo cual no quiere decir que esa fruta sea buena, pero quizás sea peor arrojarla a la cara.

A ver si así aprendemos a dejar de tocar los cojines de los demás y seguramente todos estemos más cómodos, cada uno en su sillón y cada sillón con su cojín, sin tocar los de los demás y comiendo lo que nos apetezca, no lo primero que nos salga de la boca o nos tiren a ella.