Encerado y Clarión

Cómo ser feliz en PISA

Saturnino Acosta

Saturnino Acosta

Sí, y no sólo ha sido la pandemia, que habrá influido, no digo que no, pero lo cierto es que cuanto más se les pide y exige a los docentes, menos resultados se obtienen, a ver si va a ser que nos piden de todo, menos enseñar, y no crean que ando muy descaminado. Eso sí, no se preocupen, algunos han bajado más que nosotros, no que estén por debajo, si no que la caída ha sido superior a la nuestra.

Ese señores es el nivel actual de nuestros responsables políticos, que son al fin y al cabo y por desgracia, quienes señalan el camino de la educación, y que quieran o no, es el sentir que transmiten a la sociedad, vender como éxitos los fracasos igualando por lo bajo.

Ustedes disculpen que no les apabulle con cifras, tampoco me daría texto suficiente, ni haga un ránking de comunidades autónomas, aunque habría que estudiar por qué tanta diferencia entre unas y otras, o me centre en el gasto por alumno de cada una o los programas múltiples y variopintos que inundan nuestros centros educativos con nombres rimbombantes y pegadizos, que en eso no nos gana nadie, o haga un estudio sobre el punto de partida de cada comunidad, entorno sociocultural y económico según población. No señores, déjenme que les deje una reflexión quizás muy simple, como la propia teoría, la de la navaja de Ockham.

La teoría de la navaja es más que simple por sí misma "en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable", o que la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja. Ya podemos hacer miles de estudios, pero esto es sencillamente lo que parece, con o sin pandemia, que ya íbamos en caída libre antes del coronavirus.

Sencillo, gastamos millones en programas para la mejora de la calidad de la enseñanza, contratando un docente a media jornada en un centro para decenas de alumnos en vez de bajar las ratios a diez o quince alumnos o aumentar significativamente las plantillas actuales. Obligamos a los docentes a invertir hasta el 40% de su tiempo en tareas ajenas a la docencia y no sólo me refiero a la burocracia superflua, hemos acabado haciendo y siendo todo lo que nuestros alumnos necesitarían fuera de la escuela, y que por no herir sensibilidades no enumero, en vez de valorar y reconocer precisamente su labor docente. No encontramos profesores para ciertas materias no sólo porque la mayoría gana más en cualquier otro campo laboral que en la docencia, porque nuestra profesión no está siendo valorada ni social ni laboral ni económicamente, por nuestros propios administradores, y si no lo hacen ellos, menos las familias, y si las familias no lo hacen, qué esperar de nuestro alumnado. Legislamos y gestionamos desde sillones que nunca pisaron un patio de recreo, una sala de profesores o un claustro, pensando que la teoría sirve para enfrentarte a los retos de las aulas del futuro, que no son las que dibujan los técnicos con cien enchufes y veinte pantallas más una realidad aumentada. En las aulas del futuro lo único aumentado es la diversidad del alumnado con múltiples realidades cognitivas, sensoriales, físicas y de toda índole.

Me pregunto qué pasaría si todos los recursos económicos, gestión de personal, etcétera, se dejaran en manos de los centros escolares y que fueran ellos los que hicieran la educación de abajo a arriba, en vez de la actual, de arriba a abajo. Quizás el problema radique en que nuestros legisladores piensan que la finalidad de la educación obligatoria es que el alumno sea feliz, cuando la educación obligatoria también procura que lo sea, feliz, pero si tiene que elegir, preferiría asegurarse que lo sea después de salir de la misma.

*Presidente de ANPE Cáceres

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