Jueves sociales

El amor como estafa

archivo mujer mayor

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Pilar Galán Rodríguez

Pilar Galán Rodríguez

Suelo reírme de casi cualquier cosa si soy yo la persona implicada, la que mete la pata, por ejemplo, y también suelo disfrutar con el enorme ingenio tan español de saber sacar punta a todo. He defendido siempre el sentido del humor como defensa frente al mundo. No podría vivir sin reírme de mí misma cada mañana y no suelo tomarme en serio, ni siquiera en las grandes ocasiones. La mayoría de los memes que me llegan me sacan una sonrisa, y aunque no soy buena contando chistes, sí lo soy escuchándolos y celebrándolos. Pero hay líneas y fronteras que no cruzo nunca o al menos trato de evitar a toda costa. No me hace ninguna gracia, pero ninguna, que alguien se burle de las personas que no han podido tener acceso a la cultura y a una formación que les permita defenderse. Suelen coincidir con las personas mayores, tan desvalidas, que se prestan enseguida a que cualquier imbécil con micrófono les haga preguntas disparatadas que ellos contestan con humildad. Tampoco me río de la violencia de ningún tipo, ni de ninguna clase de discriminación,y no puedo comprender por qué algunos padres se obstinan en someter a sus hijos a bromas pesadas y subirlas a internet para que todos vean la cara de espanto tras el susto. Tampoco me río de la ingenuidad ni de la soledad, por eso he borrado cualquier chiste sobre las hermanas que fueron estafadas a través de las redes sociales y entregaron su patrimonio a unos desalmados que se hacían pasar por militares de alto rango o médicos extranjeros. Ya hubo bromas crueles con la mujer que creía que iba a casarse con Brad Pitt, después de vaciar sus cuentas en la búsqueda del amor. De eso se trata, del amor, de la soledad absoluta, de la inocencia. De tardes vacías y noches llenas de deseos, y la esperanza tan humana de poder tener a alguien al lado para acompañar tus días, siempre tan largos. Por eso te crees lo que te cuenta el supuesto Brad Pitt o ese médico que opera a corazón abierto y que además es guapo. Pagas,y a cambio te llena el oído de las palabras más dulces que oirás nunca.

Cuánto se miente, cuánto se promete, cuánto se juega con la ingenuidad y la soledad de tantas personas mayores. No, no me hacen gracia las bromas sobre las hermanas y sus supuestos amores.

A todas nos han llegado sus mensajes: hola, amor, te ves hermosa en tu foto, dicen. La de ellos siempre es la de un hombre apuesto, disfrazado de médico, militar o ejecutivo. Me recuerdan a los que en mi pueblo venían a la recarga de la central y presumían de ingenieros sin título como pasaporte a los rincones oscuros de la discoteca. Yo los bloqueo directamente, aunque a veces siento el afán de saber hasta dónde puede llegar la ignominia humana. Cuánto se miente, cuánto se promete, cuánto se juega con la ingenuidad y la soledad de tantas personas mayores. No, no me hacen gracia las bromas sobre las hermanas y sus supuestos amores. Me parece una tragedia que nadie interviniera, que estuvieran en verdad tan solas que no hubiera una mano amiga que abriera sus ojos para que vieran la realidad, mucho más amarga que la ficción, esa ficción que ellas construyeron por soledad, y los demás, para creernos a salvo de los monstruos que habitan entre nosotros.

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