Con permiso de mi padre

Imprescindible carnet de conducir

Imagen de una oficina de empleo.

Imagen de una oficina de empleo. / EL PERIÓDICO

Mercedes Barona

Mercedes Barona

Me interesa. Cuanto pagas?», así, sin más, sin mayúsculas, tildes ni nada, en respuesta a una oferta de empleo. Sin un «Hola, buenos días», sin una presentación personal, a lo mollar, al grano, sin perder el tiempo en menudencias. Y el tuteo, por supuesto, aunque no sepa si quien oferta el trabajo tiene 20 o 90 años («¿y cuándo hemos comido usted y yo gachas juntos?»), sin conocernos de nada, que ya somos todos muy modernos.

Imaginen una oferta de empleo publicada en el portal de la Junta, en la que se detallan todos los requisitos y condiciones para acceder a un puesto de trabajo. Dejando de lado el tema de la ortografía (eso es un melón aparte, benditas leyes de educación), las respuestas son de lo más variopintas y surrealistas. Pueden ustedes decirme que, por ejemplo, para un trabajo de albañil lo de la ortografía no es esencial, y que si el sujeto es bueno en su desempeño lo mismo da que no sepa escribir bien o que tutee al personal. Y así empieza la decadencia, con el todo da igual y todo vale, con el presumir de ignorancia porque la gramática es clasista. Teniendo en cuenta lo de los impuestos para sanidad y educación, algo no se está haciendo bien si personas de 25 años apenas saben expresarse por escrito.

Lo de la comprensión lectora también merece su comentario: «requisito imprescindible carnet de conducir y coche». Pues varias respuestas con «no tengo coche, pero si me dejas uno puedo conducirlo», o «estoy sacándome el carnet». Quizás «imprescindible» no parece un adjetivo suficientemente contundente o es que, simplemente, otra vez todo da igual y todo vale.

A la hora de la verdad, el primer contacto casi se solventa prácticamente con un «ola ke ase»

Otra circunstancia curiosa es que, a pesar de presentar la oferta a través de un medio legal y formal, aparecen candidatos que preguntan si es necesario «tener papeles», lo que hace que te preguntes cuántas personas indocumentadas estarán trabajando en nuestro país sin las garantías legales suficientes y sin la seguridad jurídica que necesitan. También podría contarles la cantidad de aspirantes que solicitan que no se les dé de alta porque están cobrando una paga, la cual perderían en el caso de tener un contrato.

Pero más allá del análisis del mercado laboral en sí, que merecería un artículo per se (o varios), llama poderosamente la atención que los candidatos crean estar en un bar tomando una caña con un colega cuando se ponen en contacto con alguien que les ofrece un puesto de trabajo. Muchos millones gastados en las oficinas públicas de empleo, muchos cursos para hacer CV o formarse y, a la hora de la verdad, el primer contacto casi se solventa prácticamente con un «ola ke ase». Eso sí, luego los de siempre se escandalizan cuando un absurdo sale a la palestra diciendo que con dos carreras (periodismo y relaciones públicas) y un master en ‘redes sociales’ no le ofrecen un trabajo “digno” en el que pueda realizarse, y que si el empleador no le contrata es porque es el típico empresario sin conciencia social. O sin conciencia sostenible. O ambas. 

@merbaronam

* Escritora