Opinión | Macondo en el retrovisor

Gordos sin premio

El problema aquí no es si Lauren tiene o no sobrepeso, sino el cortocircuito que supone el hecho de que un hombre haya elegido compartir su vida con una chica normal

Declan Rice.

Declan Rice. / EL PERIÓDICO

La gordofobia, esa palabra que aparece recurrentemente en titulares e historias, más ahora que se acerca el verano, es el odio, rechazo y violencia hacia las personas gordas por el mero hecho de serlo. Habrá quien diga que ha existido siempre, pero yo creo que no. Que más bien ha surgido a raíz del desconcierto y la rabia que les supone a algunos asumir que se puede triunfar en la vida, en el trabajo o en el amor, sin tener una imagen normativa; porque se sienten ‘estafados’.

El vergonzoso ataque masivo a Lauren Fryer, la novia de Declan Rice, jugador del Arsenal, por no cuadrar con lo que muchos consideran los estándares esperados entre las mujeres de los futbolistas de éxito, ha sido el último ejemplo de ello.

La joven, de 25 años, ha eliminado todas sus fotos y vídeos de sus cuentas de Instagram ante los terribles comentarios, que criticaban su imagen y que cuestionaban en tono iracundo por qué su pareja la había elegido a ella, pudiendo llevar a cualquier modelo colgada del brazo, como hacen la mayoría de sus compañeros.

Rice, que se convirtió el año pasado en el futbolista inglés más caro de la historia, cuando fichó por el Arsenal por 122 millones de euros, está con ella desde que eran adolescentes y tienen un hijo en común.

El centrocampista, considerado como uno de los mejores de la Premier League, no ha dudado en defenderla: «Mi mujer es el amor de mi vida y no existe nadie mejor para mí. Los estándares de belleza hoy en día no son realistas y todo el mundo se ha vuelto loco por culpa de las redes sociales», declaró ante las críticas.

Personalmente, estoy convencida, de que el problema aquí no es si Lauren tiene o no sobrepeso, sino el cortocircuito que supone en la mente de algunos individuos e individuas el hecho de que un hombre, que podría optar por estatus a cualquier mujer, haya elegido compartir su vida con una chica normal, de la que se enamoró cuando ambos tenían 17 años.

A las mujeres nos convencen, a golpe de bombardeo continuo directo o indirecto, de que la delgadez es la clave para poder optar al éxito y la felicidad. Gordas ha habido siempre, pero su castigo, por serlo, era estar encerradas en sus casas y en sus cuerpos, sin opciones de una realización personal ni mucho menos digna de envidiarse.

A día de hoy, sigue sin haber protagonistas, presentadoras, líderes de opinión, o políticas gordas. No tienen representación. Y si alguna se ‘cuela’, los asesores de imagen rápidamente la ponen a dieta y la camuflan con estilismos estilosos, hasta convertirla en cisne.

Llevamos toda la vida escuchando el cuento de que para presumir hay que sufrir. De manera que para muchas, no importan los sacrificios, las operaciones estéticas, y en el peor de los casos, los trastornos alimenticios, si al final de la historia consiguen su final feliz.

Por eso hay a quien le parece ‘injusto’ e ‘intolerable’ que haya gordos, pero sobre todo ‘gordas’ que triunfen siéndolo. Se sienten engañados e indignados ante el hecho de que lo hayan conseguido sin pasar por el aro de los estándares establecidos, y en vez de alegrarse, o valorar el hecho de que se amplíe el espectro y la representación de diferentes tipos de cuerpos y de belleza, se dedican a ‘despellejarlas’ vivas, sin miramientos ni medias tintas.

Lo que ahora tiene descolocado al personal no es solo que hayan dejado de esconderse, sino que tengan la desfachatez de mostrarse al mundo, felices y hasta orgullosas, mientras otros, siguen sufriendo para poder ganar. Porque como sociedad tenemos asumido y aceptado de forma tácita que los delgados y guapos son merecedores por derecho de ciertos premios: amor, éxito o seguidores.

De ahí que haya quien, escondido detrás de un teclado, insulte a los gordos hasta asegurarse de que vuelven a esconderse y a encerrarse, aunque sea en ellos mismos.

Las redes sociales, que por una parte facilitan y alimentan ese odio, irónicamente también han contribuido a visibilizar otras bellezas. Y hoy en día existen mujeres con cuerpos no normativos que se han convertido en influencers con miles de seguidores o actrices de éxito.

Pero todavía queda mucho por hacer. Y prueba de ello es que Lauren Fryer haya tenido que desaparecer, literalmente, para que una parte despreciable del mundo siga durmiendo tranquila, al perpetuar que todo merece la pena para mantenerse delgado, porque las gordas no merecen finales felices.

Suscríbete para seguir leyendo