Opinión | Jueves sociales

Emboscados

Fotos antiguas

Fotos antiguas

Emboscados es un libro que nos enseña a mirar, pero sobre todo, nos enseña a ver. Nos muestra dos formas de abrir los ojos ante el mundo, de pararse a contemplar lo que tiene de extraño, y contarlo. Cuando un escritor, Juan Ramón Santos, encuentra una voz propia, cuando un fotógrafo que además es escritor, Nicanor Gil, encuentra una mirada propia, experimenta ese estado de felicidad creativa en que parece que la historia se escribe sola, en que parece que todo está dispuesto para enfocar y disparar. Cuando coinciden, encontramos un libro como este.

No existe mirada neutra, escribir es tomar partido y escoger, por eso este libro nos acerca al Mirador de la memoria, un homenaje a los olvidados de la guerra civil y la represión franquista. Las esculturas de Francisco Cedenillarepresentan a cuatro personas desnudas que miran al infinito, y esa mirada es la que nos enseñan estos dos autores. Así tenemos cuatro formas de ver: la del fotógrafo, la del escritor, la del escultor y la de las personas representadas que miran más allá de la historia y vuelven para contarla.

La del fotógrafo es una mirada paradójica que consigue hacer más visibles las cosas a pesar de la niebla, y en momentos de poca luz, como el anochecer o el amanecer.Yo te veo, en nuestra memoria sí estás, como aparece inscrito en una de las estatua

La del fotógrafo es una mirada paradójica que consigue hacer más visibles las cosas a pesar de la niebla, y en momentos de poca luz, como el anochecer o el amanecer.Yo te veo, en nuestra memoria sí estás, como aparece inscrito en una de las estatuas. La mirada del poeta es también paradójica. Ha elegido escribir la historia a través del haiku, que es según uno de sus creadores, Basho, lo que está sucediendo en este lugar, en este momento. El haiku nos hace mirar de forma entrecortada, angustiada a veces; sosegada, otras, la historia del que huye a través de las cuatro estaciones. Es una historia de los hombres que huyeron a la sierra, de los maquis, de la tragedia que se esconde en los valles del Jerte y en La Serena, lugares fotografiados y contados bajo los ojos atentos de quien no busca porque ya sabe qué ver. El haiku, al igual que la fotografía, captura un instante. y lo despliega, como las alas de una mariposa antes de emprender el vuelo, y en ese vuelo acompañamos a los dos sobre las estatuas, el agua, los paisajes…con sus ojos velados a veces por la niebla o por la luz escasa pero que nos obligan a abrir los nuestros hasta que duelan. Ese despertar, ese dolor, esa capacidad de acercarnos a lo que pudo ser y a lo mejor no fue, a lo que ocurrió, a lo que representan las cuatro estatuas que nos miran para que no dejemos de mirar nunca… esa y no otra es la función de la buena literatura.n

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