Opinión | Desde el norte

Un mundo por evangelizar

Afirma el cura de la parroquia Nuestra Señora de Belén de Miajadas, Enrique Gómez Rodríguez, que «hay un mundo por evangelizar, una realidad en la que habría que estar». Se refiere a la bendición que ha llevado a cabo de un matrimonio homosexual en la iglesia, contraviniendo las formas que establece la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Esta permite las bendiciones a parejas del mismo sexo, pero con unas condiciones para que la celebración no simule, se parezca o recuerde a la del rito matrimonial, ya que la Iglesia no lo autoriza para las parejas que no son heterosexuales.

Su gesto, con el que según ha dicho solo pretendía «hacer un bien», ha escandalizado y levantado ampollas entre algunos sectores de la Iglesia y ha obligado al Obispado de Plasencia a emitir un comunicado advirtiendo que el párroco contravino las normas y lamentando el «escándalo y confusión» generados por la celebración.

El problema es que uno de los miembros del matrimonio cometió la imprudencia de expresar en sus redes sociales su alegría por su matrimonio y también por esa bendición, por ser «la primera pareja gay de muchas que vendrán después». De hecho, no dudó en elogiar a «una Iglesia, que da pasos pequeños, pero los da» y en agradecer al cura su propuesta de hacer la bendición «dentro de la parroquia y en nuestra iglesia de Belén, algo que no dudamos ni un minuto en decir que sí. Fue una ceremonia preciosa».

Como el alcance de lo que publicamos en las redes sociales es impredecible, su comentario llegó a los medios de comunicación y algunos, como Infovaticana, no han dudado en criticar al párroco por su actitud y sus «posturas heterodoxas».

Así, ha recordado que, en una entrevista, antes de que se permitieran las bendiciones a gay y lesbianas, el mismo cura se preguntaba por qué no era posible hacerlo si se bendecían animales u bancos. También se mostraba a favor del acceso a la mujer al sacerdocio o al diaconado.

Lo que el párroco ha destacado es que el pueblo de Miajadas ha aplaudido el acto, al igual que muchas parejas del mismo sexo. Su gesto también ha generado muchos comentarios positivos entre lectores de este mismo periódico, que defienden el amor con libertad y una mayor cercanía de la Iglesia a lo que el cura llama una «realidad», un «mundo al que es necesario acercarse».

Del otro lado, los más ortodoxos, que nunca verán bien que la Iglesia oficie matrimonios entre personas del mismo sexo o permita a las mujeres ser curas.

Lo que ha puesto de manifiesto este párroco es que, efectivamente, en un momento de falta de vocaciones y de envejecimiento de los fieles, cerrar la puerta a personas con una orientación sexual distinta a la normalizada, pero con profundas creencias religiosas, parece un sinsentido.

También llama la atención que, en función del tipo de creencia, se permita a los curas, pastores o evangelizadores con cualquier otro nombre que se puedan incluso casar y tener hijos, mientras que en otras esté terminantemente prohibido.

Todo se hace en nombre de Dios, que dio unos mandamientos universales y claros, pero que, después, se han interpretado de formas tan variadas que incurren en contradicciones, según la vertiente religiosa o el país del mundo en el que te encuentres.

Y en el germen de todo, no hay que olvidar las luchas de poder. El cura ha admitido su pecado, ¿la Iglesia admitirá los suyos?

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