El Periódico Extremadura

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Daniel Salgado

Es decir

Daniel Salgado

El procés, sí, para nada más

El independentismo está troceado y cualquiera de sus partes aspira a ser por sí misma el independentismo auténtico, algo así como el primero de la clase

Puigdemont.

Esta semana, y gracias al resultado electoral de los partidos independentistas, se cumplió una semana de la derrota del procés (aunque en realidad lo derrotó el Estado, como delito de sedición que fue). Eso, por un lado. Y, por otro, si la palabra de Carles Puigdemont todavía se puede considerar palabra (difícilmente, después de dejar a los catalanes a solas con una independencia promulgada y suspendida por él mismo y en la misma frase antes de huir), bastará con recordarle que en la campaña electoral prometió abandonar la política si no era elegido presidente. ¿Quiere decirse que ya no habrá más noticias sobre el procés y que esta será de las últimas veces (si no la última) en que se hable de Puigdemont? Nada haría más feliz a García Page, el socialista rebelde aunque no indisciplinado, y a Javier Lambán, a quien le han expedientado la conciencia.

En realidad, eso significa que, de momento, se apelará al procés y se aludirá a Puigdemont, al fracaso de ambos, como prueba del acierto y la eficacia de las medidas del presidente del Gobierno. Y, salvo ahora en la campaña para las europeas (será argumento inevitable), se mencionará solo de pasada, como recordando quién restituyó la normalidad en Cataluña y retiró del ordenamiento jurídico el delito de sedición, o quién recuperó la convivencia entre catalanes y otorgó impunidades a medida, de los indultos a la ley de amnistía. Al fin y al cabo, no se trataba sino de que el presidente Pedro Sánchez pudiera seguir siendo el presidente Sánchez, más en Bruselas que en España, pues ya se sabe que los españoles no acostumbran a valorar lo propio, lo que tienen.

La autodeterminación ya debe de estar sonando de fondo en los posibles pactos o, de no ser posibles, en el silencio ruidoso de la abstención, que también tiene precio

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Por supuesto, también cabe atribuir la derrota del procés a la baja participación electoral, responsable del triunfo de Salvador Illa y consecuencia de la fragmentación del independentismo, al que prácticamente cada día le sale (tanto por la derecha como por la izquierda) un partido aún más independentista que los partidos independentistas tradicionales, puesto que hay independentistas o separatistas extremos, o incluso «separatistas ultra que imitan a la izquierda», como se refería el diario El País a Aliança Catalana, cuya presidenta, Sílvia Orriols, es diputada del Parlament y alcaldesa de Ripoll, además de islamófoba y, como bibliotecaria (da tiempo para leer), capaz de definir al inmigrante como todo aquel que no es catalán. Simplicísimo: todo aquel que no es catalán.

Aunque la insurrección institucional de 2017, o sea, la declaración unilateral de independencia, no se podrá repetir (por ahora) porque el independentismo está troceado y cualquiera de sus partes aspira a ser por sí misma el independentismo auténtico, algo así como el primero de la clase, pero sobre todo porque el triunfo de Illa ha sido tan incontestable que no permite análisis, debate, ninguna objeción (especialmente, si se tiene en cuenta el contexto), no por eso el procés va a renunciar al proyecto que tan buenos resultados le renta: la autodeterminación, que si siempre ha sido ruido, aunque demasiado ruido, ya debe de estar sonando de fondo en los posibles pactos o, de no ser posibles, en el silencio ruidoso de la abstención, que también tiene precio.

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