Opinión | Textamentos

Los libros no se venden

Esta sociedad de consumo rápido la gente prefiere perder el tiempo con vídeos de usar y tirar

Años atrás un señor me pidió un presupuesto de corrección de estilo para su primer libro: una guía de emprendimiento. El hombre me escribía cada cierto tiempo demandando más detalles sobre mi modus operandi a la hora de corregir los manuscritos, pero no acababa de decidirse a confiarme el servicio. Ya me había olvidado de él cuando recibí un email en el que me confirmaba el encargo.

El número de títulos que consiguen buenas ventas son proporcionalmente muy pocos en relación con los que se publican. En fin, no volví a saber nunca más de este cliente, y juro que no me pesa. Desde entonces he seguido escribiendo mis libros, esos que no se venden, y lo he hecho con la misma exigencia que si estuvieran en las listas de los más vendidos

Pero antes quería que habláramos por teléfono. Lo que le interesaba, tal como dejó claro en esa conversación, era saber si yo podía hacer algo para favorecer las ventas de su libro. No solo le dije que era poco lo que podría ayudarle en ese campo, sino que además le expliqué que los libros no se venden. Se lo dije tal cual, sin circunloquios, sin eufemismos, sin triquiñuelas de político: «Los libros no se venden». Cinco palabras que dejaron mudo a mi futuro cliente. Eso sí, le expliqué que el hecho de que los libros no se vendan no es motivo para dejar de escribirlos y publicarlos. Uno se lanza a la edición por placer, para potenciar una marca personal, por aportar su granito de arena al campo de las ideas o de la creación literaria. Eso y algunas cosas más le expuse, pero el hombre que quería vender su libro no quedó satisfecho. Y eso que me abstuve de pisar el acelerador y contarle que hay casi más escritores que lectores, que en esta sociedad de consumo rápido la gente prefiere perder el tiempo con vídeos de usar y tirar, o que las novedades literarias duran en los escaparates de las librerías apenas unos días en el mejor de los casos. Y que, hecho incontestable, el número de títulos que consiguen buenas ventas son proporcionalmente muy pocos en relación con los que se publican. En fin, no volví a saber nunca más de este cliente, y juro que no me pesa. Desde entonces he seguido escribiendo mis libros, esos que no se venden, y lo he hecho con la misma exigencia que si estuvieran en las listas de los más vendidos.

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