Editorial

La Ruta de la Plata, lanzadera de Extremadura como nudo de comunicaciones

La reapertura del tramo ferroviario Plasencia-Salamanca sería estratégica para conectar con el norte de Portugal y reforzar el desarrollo económico de Cáceres

Protesta de ayer en Zamora.

Protesta de ayer en Zamora. / José Luis Fernández

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La reivindicación del tren Ruta de la Plata ha sumado una protesta más este sábado, a la espera de que exista una respuesta institucional que demuestre voluntad política cierta de cambiar los ejes tradicionales de desarrollo en beneficio de los territorios que quedaron históricamente al margen. Castilla y León, y en concreto Zamora, han sido el epicentro de todas las poblaciones del oeste ibérico que reclaman, con insistencia, la prioridad de este pasillo ferroviario, la única alternativa a una cada vez más saturada Autovía de la Plata, tanto para viajeros como para mercancías. Es incomprensible la insistencia en postergar una y otra vez un servicio que disminuiría notablemente la huella de carbono que el tráfico pesado deja en la carretera. Porque, además del transporte norte-sur de Gijón a Sevilla, y por extensión, a Cádiz y al puerto de Algeciras, cada vez se suman más camiones portugueses que encuentran en esta vía pegada a la frontera una salida a territorio luso, eludiendo así gran parte de los peajes que gravan las vías portuguesas. Pero, a pesar de la reivindicación constante, la red futura de transporte europea solo contempla la revitalización de este histórico tren en un horizonte demasiado largo: 2050.

Las instituciones a lo largo de este eje del oeste ibérico han manifestado su respaldo a la reivindicación, aunque de una forma más sutil en el caso de las extremeñas, centradas, como están, en la también pendiente agilización de la conexión por ferrocarril con Madrid. El peso de la exigencia lo llevan, sobre todo, los empresarios y, especialmente, la Cámara de Comercio de Cáceres, consciente de la relevancia que tiene la ruta para el futuro económico de la provincia.

Los empresarios tienen muy clara la importancia estratégica de este corredor para Extremadura, pero en particular para Cáceres y, más concretamente, para Plasencia, llamada ahora a tomar el relevo como ciudad-cabecera en esta protesta que se alarga décadas, las casi cuatro transcurridas desde que se cerrara por “falta de rentabilidad”.

La Cámara de Cáceres hizo visible ese respaldo esta misma semana mediante un comunicado en el que califica de “error socioeconómico grave haber abandonado a su suerte esta comunicación ferroviaria”. Urge, la corporación cameral cacereña, la implicación de instituciones y de la sociedad civil en esta reivindicación para recuperar una infraestructura que consideran imprescindible tanto para detener la emigración que afecta, en particular, al norte de la provincia, como para consolidar el tejido empresarial extremeño.

Varios informes, realizados por técnicos e ingenieros ferroviarios, publicados por este periódico, cifran en el entorno de los 2.000 millones el coste de la recuperación plena del servicio, de norte a sur. Y en uno de sus tramos, el de Plasencia a Salamanca, lo cuantifica en 700 millones. Un desembolso razonable, dadas las magnitudes invertidas en las redes de ferrocarril más recientes en España, frente a la trascendencia que adquirirían esos aproximadamente 130 kilómetros entre la comunidad castellanoleonesa y Extremadura. Por la vía, en la que se aprovecharía gran parte de las estructuras ya existentes, los convoyes podrían alcanzar los 250 kilómetros por hora. Es decir, la velocidad punta que se le presume al denominado AVE que subiría desde Lisboa y Badajoz. La conexión en Plasencia permitiría conectar la entrada de tren desde la portuguesa Aveiro hacia Salamanca. Extremadura sería un nudo potencial de comunicaciones ferroviarias entre Portugal y el resto de la península ibérica, que daría además acceso a Europa. Una red que permitiría el uso para viajeros, pero, sobre todo, para mercancías, consolidando los proyectos que apuntan a esa revolución industrial 2.0 con la que aspira a resurgir Extremadura. Se trata, sin duda, de una oportunidad de desarrollo que no se puede desperdiciar. Y en la que deben implicarse, con todas sus fuerzas, tanto las instituciones como la sociedad civil. Más aún en plena campaña para la composición del nuevo Parlamento Europeo, que tendrá que revisar próximamente la inclusión de este eje ferroviario dentro del Corredor Atlántico y la Red Básica Ampliada de la Red Transeuropea de Transportes.