Internas de 35 a 50 años dan su testimonio
Escucha, abrazos, libertad y compañerismo, en la comunidad para mujeres con adicciones de Plasencia
Las usuarias lo tienen claro: "es la mejor decisión que he tomado en la vida"
![Mujeres de la comunidad terapéutica Charo Cordero de Plasencia, con la directora.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/12e6044d-ac21-43ce-91cf-f5557c29bed8_21-9-aspect-ratio_default_0.jpg)
Mujeres de la comunidad terapéutica Charo Cordero de Plasencia, con la directora. / TONI GUDIEL
María Luisa tiene 50 años y es la matriarca de la comunidad terapéutica Charo Cordero de Plasencia. Es víctima de violencia de género y empezó a consumir a los 17 años: «el padre de mi hijo mayor me enganchó», afirma.
Después de 31 años en el mundo de las drogas, de que sus familiares no la hablaran y de estar incluso tres meses en la calle, decidió demostrar «que quería salir adelante» e ingresó en la comunidad, donde lleva cinco meses.
«Mi familia ya me habla, estoy supercontenta, con el equipo, con las compañeras, ahora ya veo la luz».
![Una interna de la comunidad para mujeres Charo Cordero de Plasencia, con la directora.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/4100026b-3a19-4ff2-b3be-238a13cea9f4_alta-libre-aspect-ratio_default_0_x2607y2486.jpg)
Una interna de la comunidad para mujeres Charo Cordero de Plasencia, con la directora. / TONI GUDIEL
Convive con un grupo de mujeres que solo tienen buenas palabras para la comunidad placentina. «Entrar aquí es la mejor decisión que he podido tomar», afirma una y todas asienten.
La sensación general es que están «como en casa, hay libertad, compañerismo, tenemos teléfono, podemos ir al gimnasio y también llamar libremente».
Otra que ya ha probado varios centros dice que el Charo Cordero es «espectacular. Hay normas de convivencia y una vez a la semana se reparten las tareas, pero no hay presión y sí mucha cercanía, nunca te juzgan, te escuchan».
De hecho, la psicóloga es «una pasada, te atiende a todas horas. Tocas la puerta y ya está».
"De sentirme una mierda he pasado a que me escuchen, a que me abracen todos los días"
Una usuaria que ha llegado desde prisión destaca el «cambio brutal, de sentirme una mierda he pasado a que me escuchen, a que me abracen todos los días».
Otra que tiene varios hijos subraya también las facilidades para poder estar con ellos, tanto dentro como fuera del centro.
Por eso, animan a otras mujeres en su situación a dar el paso: «que pidan ayuda, llegas con mucho miedo pero, cuando llevas una semana, sabes que es lo mejor que has hecho en tu vida».
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