Usted obtuvo una de las Becas de Investigación y Movilidad asociadas al Premio Europeo Carlos V a Javier Solana ¿Cómo recuerda esa experiencia?

Guardo un gratísimo recuerdo porque, gracias a las Becas de investigación, pude aprender algo que no se encuentra solo en los libros, y lo hice con el que quizá sea el mejor método pedagógico: con la ejemplaridad de grandes maestros y la proximidad de personas que han luchado por custodiar nuestras libertades y nuestros preciados valores europeos.

Los que tuvimos ocasión de estudiar en el Seminario Doctoral de Yuste pudimos disfrutar de unas convivencias en un ambiente familiar, más horizontal y cercano, basado en un modelo educativo que a mi me recordaba mucho el modelo de los colleges medievales ingleses y que nada tiene que ver con las típicas jerarquías de las lecciones magistrales. Mediante la convivencia de estudiantes, profesores, personalidades europeas e intelectuales en general, creamos una gran familia, gracias al ambiente natural y humano que crean las maravillosas personas que integran el equipo de la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste.

¿Qué ha significado en su formación el apoyo de la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste?

Esta beca ha representado un punto de inflexión en mi formación académica, pues con ella se me abrieron nuevos horizontes de investigación para la realización de mi tesis doctoral. Su magisterio ha ejercido una huella imperecedera en mi vida, una experiencia humana y una lección de integración a través de la educación y la cultura; una enseñanza que considero fundamental y que trato de aplicarme a mi misma en el desempeño de mis labores docentes y en el trato diario con mis estudiantes en la Universidad. Hoy día, la actividad que desarrolla la Fundación de Yuste me sigue pareciendo un referente de la cultura española por el gran apoyo que siguen dando a estudiantes e investigadores, a la sociedad civil y a los sistemas de educación superior, en la creencia de que un modelo de educación de alta calidad como el que se promueve en Yuste, que contribuye al desarrollo de hombres y mujeres libres, críticos y conscientes, puede contribuir al progreso de la sociedad europea en la que vivimos y ayudarnos a entender los valores comunes de libertad y solidaridad que nos hemos dado.

Después ha participado en el Seminario Doctoral Premio Europeo Carlos V-Javier Solana así como en Campus Yuste ¿Qué es más gratificante la investigación o la docencia?

En mi modesto quehacer de profesora de filosofía, en su doble dimensión, como investigadora y como docente (pareciera que estas dos dimensiones cruzaran sus trayectorias, una y otra vez, casi siempre en detrimento de la una y de la otra) lo que he aprendido es que es necesario seguir trabajando con ahínco en aquella tarea hacia la que se siente auténtica vocación, pues el aprendizaje es una labor que no puede considerarse nunca tarea cumplida. Somos siempre estudiantes y aprendices de todo lo que desconocemos y esto, en lugar de suponer una tara, creo que constituye el verdadero sino del profesor: vivir siempre aprendiendo, en la humildad y el asombro ante lo desconocido, con la libertad que nos confiere el estudio, pues no hay mayor libertad que aquella que nos confiere la fidelidad a la vocación sentida. Por decirlo con el inmejorable dictum de quien considero una de las escritoras con más talento de la filosofía moral española, Concepción Arenal, quizá la fórmula más certera donde mejor se resuma un buen magisterio pueda explicarse en tres trazos: piensa alto, siente hondo y trabaja recio.

Pertenece a un grupo de investigación de alto rendimiento sobre ‘La persona en la Filosofía española contemporánea’ ¿Cuál es actualmente su ámbito de análisis?

El Grupo de investigación “La persona en la filosofía española contemporánea: vida humana y bioderecho”, dirigido por el Coordinador del Grado en Filosofía Ignacio Sánchez Cámaraen la URJC, y en el que participo como miembro desde su creación, plantea en líneas generales cómo es de necesario partir de la conciencia a la hora del desarrollo científico para poner fin a esa disociación que con los años se ha ido agrandando entre saber y deber, o entre saber y poder; una fractura que nos condujo a la crisis de la modernidad, a la pérdida de la noción de dignidad humana y de su valor intrínseco e irrenunciable, y que nos ha llevado a la actual crisis global contemporánea. Pienso que hoy más que nunca se impone el imperativo de cultivar una ciencia con conciencia, con apetencia de verdad, pues la ciencia solo genera progreso si va acompañada de la ética.