El organismo humano es una sofisticada máquina, que hay que cuidar y mantenerla sana. Sin embargo, el día a día y los hábitos dañan sin saberlo órganos vitales.

El complicado mecanismo de purificación de los riñones y su importancia para el bienestar humano implican una atención especial a estas vísceras. Costumbres como beber poco agua supone que los riñones no se hidratan correctamente y, a largo plazo, puede ocasionar problemas renales.

Como la principal función de estos órganos es la de drenar desechos metabólicos del organismo para equilibrar el número de eritrocitos en el cuerpo, la falta de agua conllevaba que el flujo renal baja y las toxinas se acumulan en la sangre. Ya sabemos que la recomendación es beber entre 1,5 y 2 litros de agua. Dado que el agua puede resultar insípida, añadirle un chorreón de limón la convertirá en una bebida atractiva al gusto.

Otro hábito a evitar es la retención de la orina. Esta práctica insana deriva en complicaciones en las vías urinarias como hipertrofia e hidronefrosis (aumento de la presión de la orina en los riñones). Parar unos minutos para ir al baño no sólo beneficia la función renal, sino que también posibilita la desconexión mental.

Junto con el consumo de agua, la alimentación juega un papel fundamental en el buen funcionamiento de los riñones. El exceso de sodio que procede principalmente de la sal obliga a los riñones a trabajar demasiado. De ahí la recomendación de consumir las comidas con poca sal.

Los refrescos tampoco son buenos aliados. Se deben limitar o eliminar de la dieta. Con ello se ahuyentará los cálculos y, algo peor, la insuficiencia renal crónica.

Algo parecido pasa con el tabaco y el alcohol. Ambos productos suponen un exceso de toxinas para el organismo en general.

El consumo de medicamentos y una vida sedentaria también forman parte de esos hábitos a desterrar si se quiere cuidar los riñones. Los fármacos causan efectos negativos a largo plazo. De ahí la importancia de no automedicarse y seguir siempre las pautas del médicos.

En cuanto al sedentarismo, que afecta a las funciones básicas, se puede evitar con un poco de ejercicio, desde andar a pasar en bicicleta u otra práctica deportiva.

Por último, la hipertensión provoca que la sangre fluya por los riñones de forma distinta y que el filtrado de las toxinas no se produzca como debe. Con ello y poco a poco, los riñones se van atrofiando.