Centenares de turistas y peregrinos han padecido el denominado síndrome de Jerusalén , definido como un brote psicótico momentáneo que aparece mayoritariamente entre hombres de mediana edad y cristianos, que se ven sobrepasados por el entorno espiritual de la ciudad tres veces santa.

El primero en identificar clínicamente el síndrome de Jerusalén fue el doctor Yair Bar-El, ex director del hospital psiquiátrico de Kfar Shaúl y en la actualidad responsable de seguimiento de los servicios de salud mental en Israel.

Bar-El explica que comenzó a investigar el fenómeno a finales de los años 70 cuando se percató de que muchos pacientes que llegaban a a su centro hospitalario eran turistas que padecían una serie de características comunes y que sólo se producían en la ciudad santa.

El psiquiatra examinó a 470 turistas y peregrinos, declarados temporalmente dementes, que fueron atendidos en dicho hospital entre los años 1979 y 1993, y extrajo de su investigación algunas conclusiones fascinantes.

Los peregrinos-turistas examinados manifestaban unas pautas similares de enajenación mental momentánea. Los síntomas solían aparecer al día siguiente de su llegada a Jerusalén, cuando comenzaban a sentir un nerviosismo o ansiedad inexplicables.

"Si venían con un grupo o familiares, necesitaban de pronto la necesidad de alejarse de ellos y acudir a los lugares sagrados", apunta Bar-El, en su despacho del hospital Hansen de Jerusalén.

Tras experimentar estos síntomas, los afectados comenzaban a realizar actos de purificación y abluciones, como baños rituales, duchas, inmersiones e "incluso se cortan los cabellos y las uñas y se visten con telas o túnicas blancas como símbolo de pureza".

Los varones sufren más

El especialista, de 66 años y oriundo de Buenos Aires, agrega que estudios posteriores han revelado que dos tercios de los que sufren el síndrome son varones, más del 95 por ciento cristianos protestantes, de edades comprendidas entre los 30 y 45 años, e incluso algunos "no necesariamente religiosos o practicantes".

Este tipo de conducta no necesariamente lleva a los peregrinos a ser internados en un hospital psiquiátrico y la mayoría de los afectados no crea problema alguno e incluso "puede seguir posteriormente viajando con el grupo con el que vinieron", indica.

Subraya que los servicios médicos y el personal en hoteles y centros turísticos "están muy familiarizados con el síndrome y automáticamente nos traen a los pacientes que necesitan ser internados" e impiden de esta forma que desarrollen fases más avanzadas de la patología.

Así, después de haberse ataviado con túnicas blancas, o una sábana de hotel por ejemplo, los turistas empiezan a gritar, llorar y cantar en voz alta salmos y oraciones de las Sagradas Escrituras.

Según apunta Bar-El, los afectados "no tienen alucinaciones y saben en todo momento quiénes son" y la mayoría no había desarrollado ninguna enfermedad mental en el pasado.

Y milagrosamente tal y como aparece el síndrome, en unos cinco o siete días desaparece y todo vuelve a la normalidad.

Cuando los afectados regresan a la realidad son reacios a hablar del tema y son frecuentes los que aseguran sentirse "como un payaso" o "tremendamente avergonzados" de su experiencia.

Algunos que pudieron hablar con los médicos o religiosos que los asistieron --una minoría-- aseveran, sin embargo: "Se me abrió algo dentro ( con las manos apunta al estómago) y tuve la necesidad imperiosa de transmitir un mensaje divino".

Tal fue el caso de un estadounidense de 37 años y experto en informática que en sus ratos de ocio estudiaba todo tipo de religiones y rituales místicos, y buscaba la "verdadera religión".