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Linces

TFtruto del azar, el pasado miércoles Juan Jiménez y yo dedicábamos nuestras columnas a la tele. La suya se llamaba Sobrevivir a la televisión y estaba tratada desde su posición de padre. Desconozco la acogida que ha tenido su escrito; por lo que a mí respecta, me he ganado más de un tirón de orejas. Mi amigo A., que trabaja en una emisora de televisión, me ha acusado de contribuir con mis críticas a hacer peligrar el biberón de su hijo. Y como responsable de Libre Producciones, José Camello --a quien no conozco en persona-- me ha enviado un e-mail en el que me recuerda, en términos cordiales, que su productora lleva trabajando dignamente desde 1988 en la producción de El lince con botas , programa que tiene como referente principal a Extremadura. Pues tiene más razón que un santo (si es que existen tales). No era a este programa, ni a ningún otro dedicado a la cultura --trabajar para minorías es algo que les honra--, a quienes yo ponía sobre la picota. Me refería a ciertos debates centrados en el mundo del corazón, magazines lacrimógenos, reality-shows , etcétera. Cierto que a mi artículo le faltaban matices, pero es que, ay, los matices en prensa se pagan con palabras. (A modo de pliego de descargo diré que mi columna es tan estilizada que tengo que verter mis opiniones en ella casi de perfil. Cuestión de espacio. Pero no me quejo: desarrollar una idea en apenas 290 palabras es un reto gratificante).

Aprovecho, pues, para aclararle a José Camello que no era a su noble lince a quien yo cortaría el rabo, sino a otros linces, esos que producen telebasura. Una pena que estos últimos no estén en vía de extinción.

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