Son solo 30 páginas. Es 1636 y Cristovao Ferreira, un viejo jesuita portugués, escribe La superchería desenmascarada , un drástico opúsculo tachado de precursor del ateísmo tal y como se entiende hoy en día, cuando el movimiento vive su mejor momento hasta la fecha, con libros contra las religiones que se convierten en superventas y anuncios en autobuses que advierten a los ciudadanos de Barcelona y Londres --y dentro de unos días también a los de Madrid-- de que Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida .

No hay ni infierno ni paraíso, escribe Ferreira, proveniente de una tradición, la cristiana, considerada atea por los romanos, ya que negaba a las divinidades de su panteón. Dios no ha creado el mundo porque el mundo nunca fue creado, continúa el jesuita; la virginidad de María, los Reyes Magos y las prohibiciones de alimentos son tonterías; la resurrección es una farsa.

¿Fue Ferreira el primer ateo? Para nada. En primer lugar, porque la negación de Dios ya se había dado en la casi ignota y hoy desaparecida corriente Carvaka, originada en el siglo VI antes de Cristo en la India, y entre filósofos de la antigua Grecia como Diágoras, Critias y, según sus adversarios, el propio Sócrates, aunque este, al parecer, solía decir que creía en los espíritus. Y, en segundo término, porque el portugués en ningún momento escribe que Dios no existe, como escribirían después el sacerdote francés Jean Meslier, los pensadores alemanes Friedrich Nietzsche y Karl Marx, y, ahora, el biólogo británico Richard Dawkins.

Hasta el siglo XVIII, el término ateo solo se utilizaba con fines polémicos. Suponía un insulto de gravísimas consecuencias. ¿Quién iba a definirse como ateo cuando la Santa Inquisición quemaba cuerpos por actos o declaraciones mucho menos ofensivas a la religión católica? Nada que ver con la actualidad, cuando el 20% de la población española, según el último sondeo del CIS, se declara así.

Una de esas cerca de ocho millones de personas, Albert Riba, presidente de la Unión de Ateos y Librepensadores (UAL) e impulsor de los anuncios en dos líneas de buses que desde el lunes recorren Barcelona con este mensaje, dice que su iniciativa "no va contra los cristianos; solo pretende visualizar a ese 20%". La idea es una imitación de otra muy similar proveniente del Reino Unido, donde también el transporte público cuenta con publicidad atea pagada por contribuciones particulares. Sin embargo, aquí está ocurriendo algo distinto: los anuncios han provocado la reacción de colectivos creyentes, como la Iglesia Evangélica de Fuelabrada, en Madrid, y E-Cristians, en Barcelona. Los protestantes ya cuentan con sus propios carteles --Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo , rezan-- y la entidad liderada por Josep Miró Ardèvol, exdirigente de CiU, ha anunciado que hará lo mismo en breve.

Riba está encantado con el panorama. "Si nos copian, mucho mejor para nosotros --sostiene el presidente de la UAL--. Así la discusión será más intensa, que es lo que pretende nuestra iniciativa".