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La vida literaria

Ahora que El Retiro experimenta su habitual marabunta como lugar de acogida de la Feria del Libro de Madrid, recuerdo aquellas palabras de Juan Marsé que venían a recordarnos que la vida literaria y la literatura son cosas diferentes. (Tenía razón Marsé al separar una de la otra, pero se le olvidó explicarnos cómo podría sobrevivir la segunda sin el apoyo de la primera).

Soy un entusiasta aficionado a las ferias de libro de viejo y un seguidor moderado de las ferias de novedades. Las primeras, exentas de grandes fastos (los autores muertos, por educación, son reacios a presentar sus libros y a firmar ejemplares) representan --por no abandonar el lenguaje marseano-- la literatura, mientras que las segundas, demasiado concesivas con los escritores mediáticos (que por lo general tienen mucho de mediáticos y poco de escritores), vienen a escenificar la vida literaria.

Unas y otras me parecen, con matices, formas saludables de rendir homenaje al libro, ese artefacto cultural que cae en el olvido cuando la feria de turno cierra sus casetas.

Me gustan las ferias de libros, digo, pero, puestos a concretar, lo que realmente me gusta es leer. Si hay algo que un buen lector celebra con pasión es dar con un libro sobresaliente que ratifique el mucho --y noble-- esfuerzo que exige la lectura. He encontrado ese libro en Angulo de reposo , de Wallace Stegner , una de las mejores novelas que he leído en los últimos años. El libro, muy voluminoso --703 páginas--, me ha tenido tan absorto durante una semana entera que me ha faltado tiempo para dejarme caer por la Feria del Libro. ¿Por qué será que no me arrepiento de ello?

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