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jueves sociales

Viajeros

Cuánto dolor de cabeza están levantando los programas sobre la vida de los españoles en otros países. Como superan con creces a la bazofia del corazón, son un refugio para quienes aún creemos que no todo el mundo prefiere autopsias en directo. Están bien hechos y encima abren una ventana al exterior, siempre llena de posibilidades. Ahí es donde duele. Llegas a casa asfixiado de calor ahora, o muerto de frío en este largo y húmedo invierno. Has trabajado fuera o no, pero a esta hora aún hay que acabar la comida de mañana, la cena, tender la lavadora y preparar la ropa del día siguiente. Por fin te sientas, antes de caer rendido. Hoy, a lo mejor, la única aventura ha sido cruzar el paso de peatones o sortear el ajetreo del centro comercial, pero estás cansado. Y te apetece poner uno de esos programas de viajeros. A ti, que te gustan tanto los países exóticos y la diferencia de culturas. Sin embargo, en lugar de ensancharte en tu sillón sabiendo que has superado el día y que estás preparado para el siguiente, de pronto te sientes insignificante. Desfilan ante ti personas que han dejado todo por un amor, por el afán de conocer o porque no podían vivir sabiendo que el mundo no cabe en la sala de estar. En vez de relajarte, empiezas a envidiar la vida en Guinea o Ulán Bator. Qué fácil parece todo, qué playas, qué vida más anodina la tuya. Poco a poco, el cansancio te vence y te duermes entre sueños incumplidos. Menos mal que consuela saber que aunque todas las encrucijadas son posibles, existen viajes, quizá los más importantes, que se realizan sin moverse del sitio. O no, pero al menos funciona como un bálsamo.

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