Mientras que una psicóloga atiende al pequeño Aitor, de 7 años, en la carpa de la Fundación Mapfre en el centro de Lorca, fuera espera su turno un matrimonio ecuatoriano con un hijo que tiene más o menos la misma edad. Los dos preocupados padres quieren que la psicóloga hable con el niño. "No se atreve a salir a la calle, no para de hacernos preguntas, pero yo no tengo ninguna respuesta que darle", dice.

Hay muchos niños en este estado en Lorca. Unos no quieren salir a la calle, otros no se atreven volver a su casa. Aitor es el hijo mayor de María Carmen Placencia. Se ha convertido en un terremoto él mismo. "No para de pegar botes, está muy inquieto" A Aitor, de esa ausencia temporal de su madre en un momento tan dramático le ha quedado una obsesión, dice Mari Carmen: "El cree ahora que yo voy a morir".