Cáceres llora hoy el fallecimiento de Manuel Vaz-Romero. Un hombre de exquisita sensibilidad cultural, humana, humanista y humanística, amigo del alma, del que tanto aprendí en aquel despacho de mi padre, entre conversaciones de cultura histórica, periodística y ciudadana de Cáceres, y que nos ha dicho adiós.

El maestro, el amigo, el compañero, el historiador, el honrado trabajador, siempre con cientos de proyectos, por su Cáceres de la vida, por su compromiso con la ciudad. Y, como honor especial para quien escribe estas líneas, compañero en páginas periodísticas, como en el diario Extremadura, sobre el sabor ciudadano. Todo un honor, querido Manuel.

Licenciado en Historia, escribió la tésis Cáceres bajo el franquismo (1936-1939) , fue ejemplo y modelo de profesor en Centros como el Colegio Diocesano o el Instituto Nacional de Enseñanza Media El Brocense, se volcó, asimismo, en escribir artículos, de una señalada sensibilidad emocional alrededor, casi siempre, de la fenomenología argumental de Cáceres. Y poco a poco, más allá de su predicamento profesoral en las tribunas y estrados de las aulas docentes, entre críticas de arte, reseñas literarias y su hondura en la idea fija que todos pudiéramos conocer más y mejor Cáceres se adentró en la profundidad de los libros. Por ello, un buen día, se arremangó en su casa, con una cafetera al lado, y empezó a perfilar sus primeros y armónicos compases que iban a conformar el trazado y la estela literaria de su senda. Siempre abierta, siempre intensa, siempre profunda, siempre interesante.

Docto, culto, inquieto, Manuel Vaz-Romero ha ido puliendo su camino de investigador. Lo que hoy, para ser claros y agradecidos, representa todo un honor para la ciudad y un lujo para quienes gozamos de sus charlas, de sus consejos, de sus opiniones, de su prudencia, de su sabiduría, de su buen humor, de su educación, de su cortesía, de su cariño y de sus enseñanzas. Trabajaba con rigor en la pasión con, de, en, por y para Cáceres, con exquisita amenidad e interés con el alumnado, buscaba y perseguía la charla amiga de sus referencias intelectuales, saboreaba el deleite de la tertulia, del debate, de la inquietud por ahonda en esos saberes cacerenses. Charlamos mucho no, muchísimo, con motivo de la elaboración de su libro Valeriano Gutiérrez Macías, el sencillo hombre de la tierra parda , y hace tan solo unas semanas cuando vio, leyó y se emocionó con mi artículo El primer cuento de don Valeriano , publicado hace escasos días, me lo pidió para incorporarlo a su Archivo.

Así, a vuelapluma, me acuerdo de sus publicaciones Cáceres, fantasía de piedra y luz, La ciudad de Cáceres y sus alcaldes en el siglo XX, La Diputación Provincial de Cáceres y sus presidentes", "Manuel Llopis Iborra, la estela luminosa de un Obispo", "Alfonso Díaz de Bustamante, un alcalde ejemplar", "Hijos Predilectos y adoptivos de Cáceres", "Manuel Veiga, un afán de transformación social - Ahora trabajaba, entre otros temas que saturaban su despacho de ideas volanderas a las que perseguía de forma insistente, en un ingente reto: Obispos de la Diócesis Coria-Cáceres . Y ya había adelantado sus primeros pasos con la publicación de señaladas semblanzas sobre prelados como Marcelo Spínola, Ramón Peris Mencheta, Dionisio Moreno Barrios, Francisco Barbado Viejo, Francisco Cavero y Tormo, Ciriaco Benavente Mateos o Francisco Cerro Chaves-

Manuel Vaz-Romero era, sobre todo, un gran tipo, una excelente persona, educadísimo, correcto, cordial, de corazón honrado, de pasión por el cacereñismo-

Adiós, Manuel, siempre mi querido amigo, desde estas líneas de urgencia, ahora que releo tu último correo electrónico, del pasado 25 junio, menos de un mes, en el que me señalabas: "Sigo tus artículos con mucho interés, pues se te nota el mucho amor con que trabajas esta clase del mundo cacereñista, que ambos profesamos".

Al hilo de esta despedida quisiera dejar el calor humano de aquella entrevista en EL PERIODICO EXTREMADURA, con motivo de la publicación de su libro "Alforjas para un viaje". A la pregunta del redactor sobre el eje central del libro y su mensaje respondió: "El libro pretende ser ante todo un homenaje a una tierra estigmatizada, pero al mismo tiempo mitificada, incluso hoy. Es un recuerdo de Las Hurdes esa Tierra sin Tierra de Victor Chamorro, Clamor de piedras de Pérez Mateos y Tierra de silencio de Juan de la Cruz Gutiérrez. Lo que, claro es, me emocionó sobremanera.

Permítaseme, pues, que se me resbalen unas lagrimillas por los carriles del rostro humano, que nacen en el riachuelo emocional del tiempo pasado, desbordado de ingentes recuerdos, y que si pestañeo, y se cae una lagrimilla en el escrito, lo pases por alto, lector. Adiós, Manuel, hasta siempre, en la seguridad de que sigas pespunteando por los parajes de la eternidad los perfiles y los trazados de nuestro Cáceres de siempre, los del alma, los de los pasos perdidos, los de las lecciones magistrales, los del paseo reposado entre adioses, amigos, unos, conocidos, otros, por Cánovas, por la Plaza, por Pintores, a la espera de que podamos saborear con tantos diseños que, ahora, deben de estar escondidos entre los miles de cuartillas, de folios y de libros que decoran tu despacho. Gracias, sencillamente, de todo corazón, por tu obra, ingente y de una exquisita hodura cacereña.