El jurado popular declaró ayer culpable de asesinato con alevosía a Ismael Rodríguez, el cazador de Vacarisses (Vallès Occidental) que mató a dos agentes rurales en un coto de caza en Aspa (Segrià) en enero del 2017. Los miembros del jurado han tenido en cuenta el atenuante de confesión, ya que fue el mismo asesino el que alertó a los servicios de emergencias de lo ocurrido, aunque lo hizo 45 minutos después de haber realizado los disparos.

El jurado no ha considerado, en cambio, que el acusado tuviera algún problema psicológico -como alegaba su abogada defensora- en el momento de los hechos que le condujeran a cometer los asesinatos, ya que, tal como se ha desprendido de la exposición de la portavoz, no se ha podido confirmar tal extremo durante las pruebas aportadas durante el juicio celebrado durante esta semana en la Audiencia de Lleida.

Ante el veredicto del jurado, la fiscalía solicitó que se le imponga al acusado una pena de 22 años y seis meses de prisión por cada víctima, por dos delitos de asesinato, y medio año más por un delito de tenencia ilícita de armas. En total, el representante público pide un total de casi 45 años y seis meses de prisión, al haber rebajado la propuesta inicial de 48 años después de que el jurado popular no haya tenido en cuenta un supuesto encubrimiento de otro delito y al aplicar también un atenuante por confesión.

Por su parte, la acusación particular se mantuvo en su petición de 25 años por cada uno de los delitos, al no aplicarle el atenuante por confesión, ya que considera que llamó al 112 presionado por sus compañeros de caza. La acusación particular también pide un año más por el delito de tenencia ilícita de armas, es decir, un total de 51 años de cárcel.

La abogada encargada de la defensa del acusado, Montse Torres, defendió que su cliente cometió delito de homicidio y no asesinato, e insistió en que se tenga en cuenta que tiene dificultades para controlar sus impulsos a consecuencia de las secuelas de no haberse tratado de su epilepsia.

Tras las conclusiones, el acusado hizo uso el jueves de su última palabra para pedir un sentido perdón a la familia: «Lo siento, perdonadme. Ya sé que es imperdonable», arguyó. «Ese día mi cabeza no funcionó bien, y mi cuerpo actuó involuntariamente».