De vuelta al Mayla por el camino del toro. En Salamanca el otoño ha sido bueno. Y en cuanto Hervás se cuelga de la mirada: ¡Extremadura! Rota de verdes... Como si los disparase Ramón de Arcos. Como si los pintara un poeta. A ráfagas de pasión, como cuando respiras, en un mismo aliento, las dos orillas al Tajo. Bronco. Bello. ¡Extremeño...!

En el cruce de Villar del Rey ha florecido la jara. Por vez primera, en mi viaje al sur, la jara en flor. Todavía con recato de novia. Como cuando el beso es el primero. Por Gévora los frutales en olas de colores. Extremadura como una abrazadera que me aprieta las costillas hasta dejarme sin aire.

A Olivenza se entra por Táliga. Por donde el toro en majestad. Con un respeto infinito, como quien entra en un santuario; un santuario donde el toro es el dios. Y me aprieta el aire que me falta. El aire, que prendido en los verdes, me agota los ojos de tanto ver.

Viernes de feria. Llego pronto. A las nueve el desayuno taurino de la SER. Manolo Molés y la voluntad de no tener miedo. Reparto de abrazos. Abrazos vitamínicos. Pedro Ledesma, Valentín Cortés,... Me alegra compartir la misma fe. La fe del toro. Ante el toro, dios único y redentor, no hay derechas ni izquierdas. Le tengo enorme aprecio a Pedro Ledesma. Me honro con llamarle amigo. Y comparto los triunfos de la Escuela Taurina de Badajoz como si fueran los míos. Al presidente Vara le preguntan qué necesita la fiesta y receta con verdad la respuesta; con la medicina por bandera y el oficio aprendido. ¡Tolerancia! Se hace un silencio. Y remata con una media de filigrana: dos por la mañana, dos por la tarde y dos por la noche. Y me atruena el alma. Solo tolerancia, que es el respeto de los disidentes. El que nos hace libres y dignos de llamarnos hombres. Tolerancia nada más. Eso y algún que otro patrocinador. Y un espacio en la tele. Para poder elegir. Para que en los ojos a los niños les anide la fiesta.

Me informa Juan Bazaga de que ha sido padre. Esto vuela. Vara va a ser abuelo. Él, que presume de ser tataranieto de Filiberto Mira, aquel ganadero, oliventino legendario, de principios del pasado siglo. Filiberto Mira, los Marzales,... Años veinte. Marcial eres el más grande... Lo cuenta en los desayunos a preguntas de Molés. Yo no lo sabía. Y me alegra saberlo. La tauromaquia no es nuestra, la tauromaquia es, como toda cultura, el fruto del acarreo. La herencia. La voluntad de honrar a nuestros mayores y la promesa de entregarla entera a nuestros descendientes. Cada temporada la misma y nueva a la vez. Como la flor de la jara, como los cerezos en olas de color. Olivenza, por ejemplo.

En el Mayla van entrando los taurinos. Y los toreros de permiso. Don Julián, padre e hijo. Y los ganaderos. Me dicen que Jesús Ballesteros ha embarcado dos novillos que asustan al miedo. A su lado Antonio Gómez. Les oigo hablar de lindes. Y de verdes. Y de aguas claras. Y de tentaderos...

En las crónicas de Mayla las gentes se agolpan. Ríen. Son felices a despecho del mal fario y la mala ruina. A mi derecha comen un argentino. Una gitana vende pulseras como cada año. Paco Campos me felicita por el triunfo del Athletic. Toros y leones. Como si quisiéramos vestirnos con sus virtudes. Y ríen. Y yo, paro, porque se me enfría la merluza, que merluzas como las del Mayla se comen en pocos sitios.

Ñam, ñam... Termino. A las cinco y media descerrajan el portón de los sueños en el ruedo de los milagros oliventino. Me voy. Solo. Pero recordando que a los toros se va de la mano del padre, del abuelo... Que esa primera vez sea siempre. Que siempre me lleve de la mano mi padre. Me alegro de que Bazaga haya sido padre. Y de que Vara pueda llevar a su nieto de aquí a unos años. Y de que su nieto le sostenga cuando los tendidos antiguos de Olivenza se le vuelvan en tramposos. Me alegro de que el viejo tronco de la encina oliventina, portuguesa y española, tenga nuevos vástagos.