Todos somos unos genios, pero si juzgamos a un pez por su capacidad para trepar un árbol, pasará toda su vida creyendo que es un estúpido”. Esta maravillosa frase de Albert Einstein nos obliga a plantearnos algunas cosas sobre nuestro papel como madres y padres. La primera: ¿en qué estamos convirtiendo a nuestros hijos? ¿En genios o en peces?

Sí, porque quizá no es fácil descubrir el talento de nuestros hijos, pero si les observamos y escuchamos atentamente, veremos que hay actividades que les interesan especialmente o que se les dan especialmente bien. Y ahí es donde está ese talento, o ese “elemento”, como lo llamaba el maestro Ken Robinson.

Cabe recordar que el talento no es un don innato, una especie de regalo esperando a ser abierto en cualquier momento. El talento se construye y tiene que ver con el esfuerzo. En este sentido, una vez dijo Wood Allen que “le llevó 10 años tener éxito de la noche a la mañana”. Y aquí entra en juego la perseverancia, que no es otra cosa que el esfuerzo mantenido en el tiempo. Si nuestros hijos no se esfuerzan, el talento se quedará en nada. 

También tenemos que tener muy presente el error. Y más que el error, cómo valoramos el error. ¿Lo vemos como un fracaso, o como una parte más del aprendizaje? Esta pregunta nos lleva a Edison, quien dijo en alguna ocasión, cuando trataba de crear su invento más conocido y no daba con la forma: “no fracasé, sólo descubrí 999 formas de cómo no hacer una bombilla”. Y al final, ahí la tenemos, alumbrando nuestras casas...

El valor del esfuerzo y del error como parte del aprendizaje es algo que tenemos que transmitir a nuestros hijos si queremos que desarrollen su talento.

Las claves para conseguirlo nos las dieron los diferentes expertos que participaron en el programa

1. Nuestros prejuicios pueden limitar a nuestros hijos

“Gracias a la Teoría de las Inteligencias múltiples, elaborada en 1983 por Howard Gardner, sabemos que existen 8 tipos diferentes de inteligencias: lógico-matemática, lingüística, musical, espacial, cinestésico-corporal, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Si nos centramos en las dos primeras, que son las que miden los famosos test de cociente intelectual, estamos discriminando los talentos de muchas personas, entre ellos, los de nuestros hijos”, Marta Romo (Pedagoga y Máster en Dirección de recursos humanos).

2. No hacer por ellos aquello que puedan hacer por sí mismos

“La sobreprotección es la gran enemiga del talento. Cuando protegemos en exceso a nuestros hijos, les estamos mandando un mensaje sin darnos cuenta: “sin mí, tú no puedes”. Este mensaje produce niños menos autónomos, más inseguros, que no se atreven a explorar por miedo, con una autoestima más baja. Con la mejor de las intenciones, limitamos a nuestros hijos. Y esta limitación repercute negativamente en la búsqueda y desarrollo de su talento. Para evitar sobreproteger habría que preguntarse si lo que voy a hacer por mi hijo ya puede hacerlo él solo. Si la respuesta es sí, y aún así lo hago yo por él, le estoy sobreprotegiendo. Y sobreproteger hoy es dejar a mi hijo desprotegido mañana”, Eva Millet (Periodista, autora del libro ‘Hiperpaternidad’).

3. Valorar más su esfuerzo que el resultado

“La forma en la que elogiamos a nuestros hijos puede potenciar o limitar su desarrollo. Esta tesis la demuestra el famoso ‘Experimento del puzzle’, un experimento de la Universidad americana de Standford, liderado por Carol Dweck, que se realizó con 400 alumnos a los que dividió en dos grupos de 200. A todos niños se les entregó el mismo puzzle y se les pidió que lo completaran. Al terminar, a uno de los grupos se les felicitó utilizando expresiones que alababan su inteligencia, del tipo: "Vaya, sois muy inteligentes". En cambio, el otro grupo recibió felicitaciones por el esfuerzo: "Que duro habéis trabajado". Después de finalizar el puzzle, a los estudiantes se les propuso someterse a otra prueba. Pero esta vez se les dio a elegir: podían escoger entre una prueba más difícil y otra más sencilla. Dos tercios de los chicos que habían sido elogiados por su inteligencia eligieron el test sencillo. Por contra, el 90% de los niños elogiados por su esfuerzo eligió el test más complicado. Los dos grupos acometieron una segunda prueba que en ambos casos era de una dificultad similar a la primera, aunque a los del primer grupo se les hubiera anunciado un incremento de la dificultad. Estos fueron los resultados: el grupo elogiado por su inteligencia empeoró su puntuación en esta prueba un 20% con respecto a la anterior. Y el grupo elogiado por el esfuerzo aumentó su puntuación en un 30%. Carol Dweck y su equipo analizaron los resultados y llegaron a una conclusión lógica: el grupo al cual se alabó su inteligencia no quiso arriesgarse a perder su etiqueta de inteligentes y por ello, se decantó por la prueba sencilla, en lugar de intentar esforzarse y superarse. En cambio, el grupo alabado por su esfuerzo, se esforzó más aún”, Patricia Ramírez (Psicóloga)

4. Evitar poner etiquetas a nuestros hijos

“Las etiquetas que ponemos a nuestros hijos o alumnos pueden ser muy limitantes. Esto lo explica el experimento ‘Pigmalión en las aulas’. Un experimento que demostró que la creencia que una persona tiene sobre otra puede influir en el rendimiento de esta otra persona. Por ejemplo, una misma conducta puede ser interpretada de forma muy diferente en función de quién la ejerza, pongamos por ejemplo, interrumpir al profesor en clase: si lo hace un alumno «bueno» es su forma de mostrar interés por la materia; si lo hace el «hiperactivo» tan sólo está llamando la atención porque «no puede estarse quieto». Si esto se hace de una forma continuada a lo largo de varios meses, los primeros conseguirán mejores resultados escolares y mejores calificaciones en los exámenes. Por el contrario, aquellos alumnos etiquetados de un modo negativo, de forma progresiva irán disminuyendo su rendimiento y capacidad, hasta llegar al punto de confirmar las sospechas iniciales del profesor”, Alberto Soler (Psicólogo y autor de ‘Educar sin etiquetas’).

5. Entender que el error no es sinónimo de fracaso, es parte del aprendizaje

Cuando consideramos el error en un sentido negativo, evitamos la posibilidad de desarrollar el pensamiento divergente, de desarrollar la creatividad. Convertir el error en algo constructivo es fundamental si queremos que nuestros hijos desarrollen su talento. El error forma parte del aprendizaje. Hay que dar a nuestros hijos y alumnos la confianza suficiente para que no traten de esconder el error, sino que aprendan de él”, Luis Martínez Abarca (Director del área de colegios de la Fundación San Pablo CEU).

6. Tener siempre la lupa a mano

“Hay muchas cosas que podemos hacer para descubrir el talento de nuestros hijos, pero la más importante es observarles. Tener siempre la lupa a mano para poder identificar qué se le da bien, qué le entusiasma, qué se le da especialmente y, así, poner el énfasis en eso", Fernando Botella (experto en talento y liderazgo, CEO de think and action).

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