El ambiente era de tarde grande, como correspondía a la importancia del cartel: tres figuras y una ganadería de las que exigen en todas las ferias de postín. Lo que en el argot se conoce como tarde de expectación. Y que, afortunadamente, no terminó en decepción gracias al mando en plaza de Julián López ‘El Juli’ y el embrujo de Alejandro Talavante, que aprovecharon los tres toros que se dejaron algo más del encierro que los hermanos Hernández mandaron desde tierras salmantinas a Olivenza para la primera corrida de feria.

Abrió plaza el más bonito. Un toro bajo, bien hecho, con expresión y hechuras de embestir y al que El Juli, que había saludado una ovación al romperse el paseíllo en reconocimiento a sus veinticinco años de alternativa, entendió perfectamente dándole siempre distancia para que el animal, muy justo de fuerzas, aprovechase la inercia del tranco a la hora de coger los vuelos de la muleta del diestro madrileño que lo toreó en redondo en los medios a base de pulsarle mucho las embestidas. Faena con el sello de Julián: el de la inteligencia y maestría que le valió para cortar el primer trofeo. 

El segundo lo pasearía tras pasaportar al cuarto. Al que toreó con la figura muy erguida en el inicio del último tercio para luego exigirle una barbaridad en los redondos. La serie por el pitón izquierdo tuvo empaque y gusto en los naturales largos y templados con los que toreó al de Garcigrande. Al que de tanto apretarle acabó rajado en tablas, en donde el de Velilla de San Antonio formó un alboroto en los circulares.

Sin desmerecer a El Juli, la faena de la tarde ha llevado la rúbrica de Alejandro Talavante en el quinto. Ya de salida lo lanceó con cadencia, pero lo mejor llegaría en el inicio de faena de muleta cuando Alejandro, con las dos rodillas en tierra, toreó en redondo y ligó los muletazos ante el delirio del respetable. Después vendría una oda al toreo al natural: largo, templado, ligado, rematado detrás de la cadera. Ese que nace de la inspiración a base de chispazos de genio. El epílogo por benardinas tuvo el picante necesario para dejar la faena perfectamente macerada para el triunfo que llegó a pesar del pinchazo inicial y el uso del verduguillo.

El diestro extremeño Alejandro Talavante, de rodillas, durante la corrida de ayer en Olivenza. FIT

En su primero, tuvo que jugársela ante un astado del hierro de Domingo Hernández que encerraba un peligro sordo que puso en jaque a la cuadrilla en banderillas. El de Badajoz, despejado y fresco de mente, no se arredró ante las embestidas informales del cuatreño y se fue a los medios con la muleta en la mano izquierda. Allí le aguantó miradas, frenazos y regates con un dominio y un valor seco que taparon el carbón que tenía el toro que siempre lo tuvo en el punto de mira, dándole incluso un susto. 

A pesar de la exposición que hubo en la faena, el público no terminó de entregarse. Puede que porque en los tendidos, en esos momentos, había jarana provocada por los problemas que cada sábado de feria se repiten en los accesos a las localidades y que, como no se le ponga remedio, algún añovan a deparar en un problema serio. 

Esto provocó que hubiese de retrasarse unos minutos la salida del tercero. Un castaño que apretaba una barbaridad por dentro y al que banderillearon con arrojo y valentía Manuel Gómez y Pérez Valcárcel, que saludaron desde el tercio. Emilio de Justo lo consintió en los inicios para coserlo en la muleta. Se lo llevó a los medios y a base de ganarle un paso y el estímulo de la voz le robó las series con la diestra hasta que el astado echó la persiana y se refugió en tablas. En donde el de Cáceres le fue extrayendo pases sueltos. 

Tampoco el sexto permitió que pudiéramos ver el clasicismo de De Justo más que a cuentagotas. A media altura y con suavidad comenzó su labor muletera al cierra plaza, al que no podía apretarle lo más mínimo por el riesgo de se le acabase. De esa manera es muy difícil armar una faena que cale en los tendidos, por más a favor del toro que esté el torero que dibujó pases de mucha plasticidad, sobre todo al natural. Se la jugó en un último intento por sacar agua del pozo seco que tenía enfrente y fue volteado de manera fea. Como la tarde no estaba de cara, tampoco estuvo fino con la tizona y eso impidió cualquier atisbo de triunfo.

Y hoy doble ración. Al mediodía, los Victorinos que siempre son sinónimo de espectáculo en el ruedo. Y ante ellos: Antonio Ferrera y el mexicano Leo Valadez. Abrirá plaza la figura de los rejoneadores: Diego Ventura, que toreará a caballo a dos toros de María Guiomar Cortés de Moura. Y por la tarde, astados gaditanos de Núñez del Cuvillo, para José María Manzanares, Roca Rey y Pablo Aguado.

GANADERÍA: Toros de Garcigrande y Domingo Hernández (2º y 6º) correctos de presentación y juego desigual. 

LOS DIESTROS: Julián López ‘El Juli’ (de verde oliva y plata), oreja y oreja. Alejandro Talavante (de purísima y oro), ovación con saludo y dos orejas. Emilio de Justo (de grana y oro), ovación con saludo en ambos.

PLAZA: Lleno en los tendidos en tarde de temperatura fría y cielos nublados. Al romperse el paseíllo el público tributó una ovación a El Juli por sus 25 años de alternativa que saludó, invitando a sus compañeros, desde el tercio. Los banderilleros Manuel Gómez y Pérez Valcárcel, de la cuadrilla de Emilio de Justo, saludaron montera en mano tras palear al tercero.