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La Chueca ‘chiquinina’

Cáceres convierte San Blas en eje de visibilidad LGBTI dentro de una iniciativa para acercar la diversidad al barrio y en ejemplo de colaboración entre instituciones y vecinos

Un momento durante la marcha del Orgullo que acaba en el barrio de San Blas por tercer año consecutivo.

Un momento durante la marcha del Orgullo que acaba en el barrio de San Blas por tercer año consecutivo. / Carla Graw

Gema Guerra Benito

Gema Guerra Benito

Todo lo que se populariza llega primero a la calle y luego a las redes. Con total certeza también suele contar con múltiples autorías pero en este caso fue Sisi Cáceres la que lo compartió en una captura del Orgullo de este año. Una de las históricas del activismo LGBTI en Extremadura acuñó por escrito el nombre, que más que nombre, es emblema. En la Chueca chiquinina.

Demasiado simbolismo en tan solo cuatro palabras. Primero, por lo poderoso de la comparación equiparando capital y provincias, y segundo y no menos importante, por lo alegórico del diminutivo, tan extremeño como ninguno otro. Porque es chiquinina, no chica. Ese fue el apelativo con el que quiso referirse a San Blas, una barriada que en cuestión de años ha recuperado una esencia colectiva que parecía haber olvidado y se ha convertido en eje de visibilidad LGBTI.

Fue tras la pandemia, en 2021, cuando en un gran impulso institucional y vecinal, la celebración del Orgullo se trasladó al barrio. Pasó de celebrarse arrinconado en plazas minúsculas a desplegar todo un programa de actividades y un colofón con gran escenario incluido. La primera edición estuvo marcada por las restricciones del covid pero las de años sucesivos, ya en un marco completamente diferente, pueden presumir de una acogida cada vez más numerosa.

En esta última, hubo talleres para niños y la misma plaza que celebra las Candelas, acogió el día de las familias diversas. Cerró como deben cerrarse las agendas, con música y reivindicación tras la marcha multitudinaria del sábado. Confluye celebración y civismo con activismo, en esta ocasión más presente que de costumbre, ante un contexto en el que repuntan los discursos de odio. 

El acto central del Orgullo de Cáceres, en la avenida de San Blas.

El acto central del Orgullo de Cáceres, en la avenida de San Blas. / Carla Graw

En este logro se encuentra la labor incansable de colectivos como fundación Triángulo y Extremadura Entiende, que siempre caminan un paso por delante y trabajan para garantizar los avances logrados. Pero si su trabajo es imprescindible, lo es también que sea respaldado por las instituciones. En concreto, la propuesta de trasladar el Orgullo a San Blas estuvo impulsada por David Holguín, concejal de LGBTI de la anterior corporación municipal que comandó Luis Salaya. 

El propio Holguín hace balance de la iniciativa y asegura sentirse «orgulloso» primero, por la gran acogida de la ciudad, y segundo, por la ejemplaridad y la disposición que ha mostrado en todo momento la asociación vecinal. «Desde el principio de la legislatura teníamos claro que queríamos diversificar la agenda, los que vivimos en barrios sentíamos ese abandono, y San Blas lo reunía todo, en lugar de esconderlo, queríamos que estuviera en el centro, que fuera visible, porque ser visible era una cuestión política».

Cierto es que en el barrio, convergen varios factores fundamentales, es uno de los más emblemáticos y es protagonista de un profundo relevo generacional. En los últimos años ha sido testigo de la llegada de multitud de familias jóvenes. Este rejuvenecimiento ha permitido un relevo en el colectivo vecinal, que de forma paralela agradece la labor del concejal como pieza imprescindible en esa transformación. «Es un orgullo que pensara en San Blas, todo empezó con la calle El Bola, otra figura histórica LGBTI y hemos trabajado hasta tejer una gran familia», sostiene la vicepresidenta de la asociación, Lara Galán. 

A modo de reflexión, Holguín defiende que propuestas como la de San Blas contribuyen a que la ciudad sea más diversa y la diversidad siempre es sinónimo de progreso. Pone las esperanzas en las nuevas generaciones, más libres y sin miedo, y en la educación que, como demuestra, puede nacer en el barrio. 

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