TMti hijo es un buen estudiante, se ha esforzado curso a curso, sacó el título de la ESO sin repetir, pero para el presidente de la Junta, para la consejera de Educación y para el secretario de Educación mi hijo no merece 1.000 euros. Eso sí, sus compañeros que repiten y que se pasaron la Primaria y la Secundaria en la calle, de botellón en botellón, que no estudiaban y que al llegar a los 18 años se han apuntado al paro, esos sí que merecen 1.000 euros.

Los padres que se han pasado muchas horas estudiando con sus hijos, que se han gastado dinero en clases particulares para que sus hijos lleguen a obtener el título de la ESO, esos no se merecen los 1.000 euros. Cada año se matriculan en los centros de adultos cientos de chicos que ya cumplidos los 18 años deciden retomar los estudios e intentan aprovechar esta segunda oportunidad que las leyes y el sistema les da.

Centros que llevan más de 30 años funcionando, con buenos profesionales y con una amplia oferta educativa que va desde la modalidad de educación presencial a la semipresencial pasando por la modalidad on line.

Pero nada de esto es suficiente. Ahora hemos descubierto que es necesario contratar profesores interinos que regalen el título de la ESO a los 'ninis' mayores de 18 años que estén apuntados al Sexpe y además le regalaremos 1.000 euros. Este programa supone una falta de respeto a toda la comunidad educativa: alumnos, padres y profesores, a las leyes establecidas y, lo que es más grave, introduce una asociación mercantilista de la educación. Os acordáis de aquello de 'aprenda inglés en 6 meses' o aquello de 'si abres una cuenta corriente te regalamos un ordenador', pues ahora tendremos título de la ESO por sólo tener 18 años y estar apuntados al Sexpe. Perdón, se me olvidaba, que también regalan 1.000 euros. Y todo ello, como en los mejores tiempos de la dictadura, sin debates, sin opinión de la comunidad educativa, sin calibrar su alcance, puesta en marcha con gran celeridad para evitar una posible oposición. Y es que tener una opinión bien formada en este país está mal visto.

Justina Pérez, maestra del Centro de Adultos de Cáceres.