El espacio de arte y acción Belle Artes recibe al visitante con una cruz hecha exclusivamente con cabezas de muñecos. Partiendo de esta base no debe llamar la atención que la sala no acoja ruedas de prensa al uso, ni que ayer fuera el escenario para la presentación de un álbum de cromos. ´¡Válgame Dios!´ es el nombre del proyecto que ha reunido en un coleccionable 175 fotografías de "gente de Cáceres que todos conocemos", según contó la responsable de la iniciativa, Diana Jabato, de la editorial Rumorvisual.

Entre burbujas de jabón que se repartían por la estancia, Jabato explicó que el objetivo de este álbum es "divertirnos y motivar la participación ciudadana, para recuperar el juego como método de trabajo". Para ello, Rumorvisual, junto a la Asociación Cultural Amigos del Buba, que preside Rafael Marchena, han pedido a 175 "personas con las que compartimos nuestro día a día en la ciudad" que rebusquen entre sus viejas fotografías para encontrar una en especial.

La instantánea, como el proyecto, debía ser original: todos los que aparecen en la colección han recuperado una de las fotografías del día de su primera comunión. De esta forma, podemos ver al pintor Hilario Bravo vestido de marinero, al tenor Alonso Torres con apenas diez años o a ´Hanfree´, de Los Niños de los Ojos Rojos, preparado para recibir el sacramento de la Eucaristía. También han querido participar en el proyecto, con su correspondiente cromo, Carlos Macías de Maggot Brain, el periodista Carlos Ortiz, el ilustrador Agustín Gallardo o el payaso Antonio Palma, entre otras muchas personas del mundo de la hostelería, la política, el periodismo y el espectáculo. Cada foto viene acompañada por una frase característica del personaje en cuestión, y el nombre o mote por el que es conocido. El álbum puede adquirirse en lugares como el pub María Mandiles, la cervecería Cali, el quiosco Plaza América o los bares La Luna y La Farándula.

Al término de la rueda de prensa, Marchena, de Los Amigos del Bubu, cambiaba cromos de niños vestidos de primera comunión con otra persona que, al igual que Marchena, pasaba los treinta años. Los dos se ayudaban de un papel donde tenían enumerados los cromos que les faltaban. "Este lo tengo, este no...", contaban, con la cruz de cabezas de muñecos al fondo.