La calle Antonio Hurtado se está convirtiendo en el Chinatown de la ciudad feliz . Al bazar chino de la esquina de Reyes Huertas, donde se pueden comprar gafas para ver de cerca por dos euros, y al restaurante Pekín, se les acaba de unir el chino Li Ka-shing, un multimillonario de Hong Kong que ha comprado la perfumería Marionnaud de Antonio Hurtado y otras 1.234 perfumerías del mismo nombre repartidas por Europa.

Marionnaud es la segunda cadena de perfumerías de Europa. En su mayor parte, era propiedad de la familia Frydman y del banco francés Crédit Agricole. Ahora es del chino Li y hasta hace unos años, sus dueños eran los cacereños Bibiano Mendoza y sus hermanos (Laura, Pili, César, etc.).

Este tránsito comercial de los cacereños Mendoza al chino Ka-shing, pasando por el francés Marcel Frydman, resume la reciente historia comercial de la ciudad feliz . Porque no hace muchos años, las tiendas de Cáceres eran bastante más familiares que ahora.

Mudarse a Pintores

El comercio de los Mendoza, por ejemplo, recibía el apellido de la familia fundadora. Había estado primero en General Ezponda, después se mudó a la calle Pintores y en los años 80 se traladó a Antonio Hurtado y se expandió por Extremadura con el nombre de Perfumerías Mendoza, antes de que lo compraran los franceses.

En Pintores, antes, uno iba a comprar y entraba en tiendas que se llamaban como el dueño y era atendido, justamente, por el propio dueño.

Que querías unas buenas alpargatas de cáñamo, pues te acercabas a la zapatería de Terrón y sanseacabó. Que necesitabas un buen regalo, pues ahí tenías la tienda de Paquito Burgos, siempre solícito y atento.

Las fotos te las hacía Javier, cuya tienda se llamaba... Pues Javier, ¡caramba!, ¿cómo se iba a llamar si no? Los trajes te los cortaba Vilches en su sastrería. ¿Un metro de género? Pues Marcelino Galán. ¿Un buen sillón? José Pérez, así de sencillo.

Todo era tan familiar que los tornillos te los despachaban los sobrinos de Gabino Díez en la esquina de Moret, que regentaban la ferretería llamada... Lo han adivinado: Sobrinos de Gabino Díez. Y hasta el dinero se lo confiabas a un banco que tenía el nombre del propio banquero o, cuando menos, de sus descendientes: Banca de los Sucesores de Clemente Sánchez.

Entonces sí que Cáceres era una ciudad feliz donde todo el mundo se conocía y las gentes quedaban en la de Martín o en la de Terio, en la de Boaciña o en la de Acedo. Aunque nadie debe pensar que por aquí no se conocían los nombres megamodernos y de impacto . ¡Caray!, claro que los había, pero tenían un aire doméstico, como de sainete, como de... toda la vida .

Fíjense, si no, qué rimbombancia tan entrañable: Sederías Oriente, Tejidos El Paraíso, El Precio Fijo, La Casa de la Petaca, Las Modas de París... Y aquel bazar tan sorprendente que dio en llamarse Siro Gay, pero que no respondía más que al nombre y apellido de su propietario, don Siro Gay, un comerciante que llegó de Salamanca.

De aquella panoplia lírica que condensa la arqueología comercial cacereña, sólo quedan en pie las sederías Oriente, la farmacia Acedo, el estanco, la zapatería de Basilio Sánchez Peña y la maravillosa peluquería de Juanito Barra, cuyo fundador merecería una estatua, pero no pelando, sino dando aquellas famosas cabezadas en los entierros porque bien sabido es que en todos los entierros de la ciudad feliz de los 50-60, la primera cabezada la daba siempre Juanito Barra.

Pero ahora, ya ven, que si Star & Team, que si Bershka, que si Ona, que si Mango, que si The Phone House, que si Bijou Brigitte...

Es lo que tiene la modernidad, que vas a comprarle un bote de Floid a tu amigo Bibiano y te encuentras al chino Li que te vende un contorno de ojos. O tempora, o mores.