Primero sonaron las campanas de Santiago, más tarde el reloj de San Juan, luego el del ayuntamiento y tras él comenzó a redoblar Santa María con una algarabía impropia de las nueve de la mañana de un domingo. La ocasión lo merecía. La concatedral despedía ayer con honores a la Virgen de la Montaña, que iniciaba su regreso al santuario tras un novenario de multitudes. Fuera del templo, el turno 1 de hermanos de carga inmortalizaba el momento con una foto del siempre dispuesto Fernando Montes. Dentro, el turno 3 tenía el honor de sacar a hombros a la patrona, mientras el organista, Francisco José Sánchez, improvisaba una pieza con retazos de su himno y de la Salve para solemnizar el adiós a la Virgen de la Montaña. «Me sale del alma, me emociona tocar para la patrona», confesó.

Miles de cacereños arroparon a la imagen durante su recorrido de vuelta a casa, «un itinerario complicado que cuatro turnos de treinta hermanos se encargan de cubrir con su mejor disposición», explicó Alberto Gómez-Saucedo, organizador de la procesión. Pero el clima acompañaba ayer. «Hace un día fantástico, sol con un poco de brisa, la Virgen nos ha traído hasta agua en el novenario», agradeció Santos Benítez, cronista oficial de Cáceres y uno de los jefes de paso. Pasadas las nueve, la Virgen ya enfilaba hacia la plaza con la procesión formada.

Medio centenar de niños abrían el cortejo. Detrás, la delegación municipal (ediles de PP y PSOE) encabezada por la alcaldesa, Elena Nevado, y mandos de las fuerzas de seguridad (Guardia Civil, Policía Nacional y Policía Local), del Cefot (su coronel jefe, Francisco de Asís Ramírez) y la presidenta de la Audiencia Provincial de Cáceres, María Félix Tena. No faltaron los caballeros de la Real Asociación de Guadalupe con su presidente, Agustín Margallo, además de los miembros de distintas cofradías. Tras la imagen, una nutrida representación de sacerdotes y religiosos. El obispo, Francisco Cerro, presidió la procesión.

Los vivas se sucedieron desde el inicio. Poco antes de las 9.30, el ayuntamiento abrió todos los balcones a modo de despedida al paso de la patrona, que fue girada hacia la fachada consistorial. La imagen llevaba su manto nº 130, donado recientemente por María Cándida Salomón. Ha sido realizado en tela de damasco con pedrería, y bordado a mano con hilo de oro, plata y seda por las hermanas de la Congregación de Obra de Amor.

«YO NO PUEDO SUBIR» / La Virgen fue pasando por Pintores entre aplausos. Muchas personas no podían contener la emoción, especialmente los mayores. «Hija, tengo 80 años, tú puedes subir al santuario cuando quieras pero yo no, yo solo la veo cuando baja», explicaba Amalia apoyada en su bastón. Ya en San Juan, la cofradía de los Ramos entregó a la patrona un ramo de orquídeas y paniculatas de manos de María Rosado (vocal), Jesús Regidor (secretario) y José Emilio Rodríguez (hermano mayor), junto a los ex mayordomos Pedro Canelo y José Manuel Martín-Cisneros.

A su lado, el sacerdote Pedro Tovar, muy popular en Cáceres, no quiso perderse la despedida a la Virgen a sus 91 años, si bien le sacaron una silla desde el templo de San Juan para que estuviese más cómodo. Cuando los estandartes de la Virgen de la Montaña, en blanco y oro, superaban el templo y las campanas enloquecían, Satulia Vaca, a sus muchos años, leía una poesía a la imagen. Los hermanos le pararon el paso. Otro momento emotivo. La patrona los cuenta por cientos.

El sol de mayo comenzó a calentar la mañana y la Banda Municipal de Música enlazaba una pieza tras otra: Callejuela de la O, Marcha de Procesión de la Virgen de la Montaña, Macarena, Esperanza Marinera... La procesión discurría lenta, recreándose en cada detalle. Una anciana de avanzada edad, incapaz de reconocer a sus propios hijos, reconoció a la patrona y se emocionó en Pizarro. Casi medio millar de personas, unas por penitencia y otras por devoción, o ambas, seguían ya al paso cuando entró en Fuente Nueva, una calle siempre volcada con la patrona en una lluvia de pétalos.

Y es muchos hogares mantienen la tradición de engalanar sus balcones, como la familia Rosado Alcántara, que lleva cuatro décadas sacando sus mejores mantones, o la familia Iglesias Rubio, que ayer hizo lo propio. Allí estaba Dolores a sus 84 años, en la misma casa que la vio nacer, en la misma casa por donde siempre vio pasar a su patrona. También la familia Pedrazo Muriel, nueva en la zona, quiso embellecer sus balcones para seguir la tradición de esta calle con solera y tender a la Virgen el mejor camino hacia su santuario.

DISPENSA A LAS CLARAS / Precisamente en Fuente Nueva tuvo lugar uno de los momentos más emotivos, cuando las monjas de clausura del convento de Santa Clara, con dispensa del obispo, abrieron las puertas para cantar el Magníficat a la patrona y depositar un ramo de flores en el trono.

La procesión entró en su tramo más concurrido. La imagen fue llevada casi en volandas sobre las dos mesas de ofrendas instaladas al final de Fuente Nueva y en Miralrío, la primera por las vecinas Marisa Rosado y Siri Caso. que la disponen desde hace décadas utilizando las flores de sus jardines; la segunda por Guadalupe y Ángela en Miralrío, donde también soltaron palomas blancas y no faltaron los recuerdos a los mayores. Quien tampoco faltó fue Felisa Rodríguez, que cantó su salve en el arandel de Santa Carlota, «y eso que este año se encuentra bastante indispuesta, le ha costado bastante venir», comentaba su amigo Franquete. Pero allí estaba ella, acicalada, con más fuerza en la voz y más ¡vivas! que nunca.

La comitiva llego hasta Concejo. Centenares de personas ocupaban las inmediaciones expectantes. «¡Viva la reina de Cáceres!», «¡Viva la cacereña bonita!», repetía la multitud. Los hermanos del turno 1 hicieron girar las andas para que la Virgen se despidiera de la ciudad, mientras la Banda Municipal entonaba el himno nacional. Uno de los cofrades veteranos, Joaquín Álvarez, subió al trono y tomó el bastón de mando, que fue devuelto a la alcaldesa. Todo Fuente Concejo entonó entonces el himno de la Virgen de la Montaña y el obispo bendijo a los presentes. En ese momento concluyó la procesión y empezó la romería. A ritmo del redoble, que muchos siguieron con algarabía, los hermanos comenzaron a subir las primeras rampas de la Montaña a un paso trepidante, un ímpetu que hizo caer dos ramos de flores que el público devolvió presto.

PATATERA Y QUESO / El ambiente se distendió. Los cofrades se relajaron. La Virgen empezó a cruzar San Marquino casi a las doce. Desde ese punto hasta el santuario, hermanos y peregrinos fueron agasajados con buena patatera y mejor queso por las familias de algunas casas de campo de la Montaña: los Escribano Gómez, los Corbacho Díaz, los Mariño, los Jiménez Díaz, la Palacina...

La Virgen también fue bienvenida en la ermita del Amparo, donde Francisco Barquilla enarboló el estandarte de la cofradía, y en la ermita del Calvario, donde la cofradía de la Soledad bailó a su imagen mariana junto a la Virgen de la Montaña, y dos niñas, Natalia Erce y Sara Doncel, entregaron sendos ramos de flores.

Justo enfrente del Calvario, ayer se instaló una carpa con seis barriles de cerveza y cien litros de agua para refrescar gratuitamente las gargantas de los cofrades y de cuantos acompañaban a la Virgen. Fue una iniciativa de la empresa Coloser en colaboración con Mahou. El gerente, Antonio Serrano, y su mujer, Maite Perales, explicaron que quieren poner su grano de arena para recuperar la antigua romería. Y se agradeció.

Con 23 grados y una leve brisa, la Virgen enfilaba el último tramo hacia el santuario, donde se celebró la misa de romeros y la bendición de los campos. «Ha sido un novenario muy emocionante, la patrona ha estado en todo momento arropada», explicó el mayordomo de la Real Cofradía, Joaquín Floriano, a punto de finalizar los actos. «Ya falta menos para que baje de nuevo --afirmó--, y además los cacereños siempre la llevamos con nosotros».