El poblado minero, origen de Aldea Moret, nació hace más de cien años a raíz de la fiebre de los fosfatos y su hallazgo en el Calerizo hacia 1840. Según explican los sociólogos Jesús Moreno y Marcelo Sánchez-Oro en el libro La vida en las afueras , los minerales cacereños fueron expuestos con éxito en muestras internacionales, y a partir de 1866 se exportaron a Inglaterra, Alemania, Francia, Holanda y Bélgica.

Llegaron numerosas familias del medio rural, se formaron agrupaciones para la explotación y surgieron las primeras casas junto a los pozos. Eran pobres, sin planificación, creadas por los obreros de la sociedad minera local La Fraternidad, que extraían el mineral a brazo.

Desde su origen, la explotación tenía carencias: filones pobres, medios insuficientes, transporte precario... El mineral se arrancaba a cielo abierto sin orden, con picos, palas y barrenos, sacado de los pozos en cestos, mediante poleas. Llegaba en carretas a Lisboa y allí embarcaba hacia Europa.

LAS MAQUINAS DE VAPOR

En 1876, un hombre de prestigio político y económico, Segismundo Moret, adquirió la propiedad, fundó la Sociedad General de Fosfatos e introdujo máquinas de vapor que venían en carretas desde Espiel y Bélmez. Además, consiguió un ramal de ferrocarril hasta Aldea Moret, inaugurado por Alfonso Xll en 1881. Moret también levantó el poblado minero.

Tras la crisis de 1892, la I Guerra Mundial devolvió el auge a la mina. Llegó la electricidad y se modernizó la fábrica de superfosfatos. Pero la competencia del mineral del Sahara acabó con la explotación en 1960 (tenía 519 empleados). En 1973, la Unión de Explosivos propuso el expediente de crisis. En los años 90, Ercros, última propietaria, vendió los terrenos a Placonsa, que tiene proyectos urbanísticos para la zona.