Así que pasen cuatro siglos la procesión de la Virgen de la Montaña siempre parecerá nueva. Hay en Cáceres tanta devoción por la patrona que nunca dejará de sorprender este desfile por su belleza, su sobriedad y, sobre todo, por la entrega de esos cientos de cacereños que, nuevamente, acudieron a recibirla en Fuente Concejo. Fue la de ayer una procesión de bajada en la que el cielo respetó a la imagen y en la que se rindió homenaje a Divertea, asociación orientada a la ayuda de personas con espectro autista y sus familiares, por lo que la presidenta de este colectivo, Rosa Simón, tuvo el honor de compartir presidencia en el desfile con el mayordomo de la Montaña, Joaquín Manuel Floriano Gómez.

Mientras la Real Cofradía espera todavía una decisión favorable para la declaración del Novenario como Fiesta de Interés Turístico Regional por parte de la Junta, Cáceres vivió el mayor de sus cantos a la primavera en esta procesión de bajada, una costumbre que se repite desde el 3 de mayo de 1641, fecha en la que la talla bajó por primera vez desde su santuario ante las peticiones del vecindario en un año de grandes sequías.

Ayer volvió a hacerlo, en presencia de numerosas autoridades encabezadas por la presidenta de la Asamblea, Blanca Martín. Una procesión magnífica para honrar a la Virgen de la Montaña, a la que los cacereños rinden culto desde el siglo XVI. Desde primeras horas de la tarde, los vecinos se congregaron en el santuario, elefantiásico edificio del XVIII, amparado por Santa Ana y el Cristo de la Salud de Juan Salvador Carmona, y cobijados por la inmensidad de su retablo churrigueresco del presbiterio, obra barroca de Manuel de Lara y Churriguera. El objetivo, solo uno: honrar a esta talla de estilo sevillano realizada en madera de nogal policromada por artista desconocido entre los años 1620 y 1626.

La procesión tiene tras de sí un enorme trabajo de organización, cuya gran parte de responsabilidad recae en el vocal de gobierno, Alberto Gómez-Saucedo Márquez, de modo que bien merecido se tenían los cofrades y miembros de la junta de gobierno de la Real Cofradía su comida. Esta vez los huevos fritos con patatas y chorizo que marcan la tradición fueron degustados, como novedad, en el convento de las monjas de la congregación franciscana de la Inmaculada Concepción, anexa al santuario.

Poco después, en torno a las cinco de la tarde, el hermano mayor, Antonio Fernández Borrella, organizó los turnos de carga con el reparto de planillos. Lo hizo junto al templete, donde como es habitual quedaron dispuestos los cuatro turnos de 30 hermanos que conforman los 120 que cargan a la Virgen (todos menores de 65 años) y cada uno con sus jefes de paso. Tras la eliminación hace dos años del turno de los suplentes, en la cofradía existen ya tres escalafones (aspirante, activo y veterano). Este año había 79 hermanos aspirantes, de ellos dos pasaron a ser hermanos titulares y a otros dos se les impuso la medalla de veteranos por haber cumplido los 65 años.

Los aspirantes cargan siempre que hay sitio, es decir, en función de la falta de asistencia de los hermanos titulares de carga que se ausenten, aunque lo cierto es que son muchos los titulares que ceden minutos a los aspirantes para que puedan cumplir el anhelado sueño de portar las andas de la Virgen. Tras la organización de turnos se entregaron las medallas a esos hermanos titulares o veteranos por parte del mayordomo o en su defecto de los padrinos elegidos por los hermanos. Luego se rezó la Salve.

EL CAMINO / La procesión de bajada inició su camino en torno a las 17.30. La imagen salió a hombros del turno segundo, conocido como el de ‘la calderilla’ o ‘los balillas’ por ser los más bajitos (es curiosamente el que más hermanos aporta a la directiva). Lo hizo bajo los sones del Himno de España y sobre sus andas de platade 120 kilos de peso adquiridas en los años 60 en un taller sevillano. La camarera, Pilar Murillo, ayudada por su colaboradora Julita Herrero, la vistió primorosa con el manto que le regaló la ciudad para las bodas de plata de la coronación canónica en 1949, una prenda magnífica de estilo renacimiento, hecha de tisú de plata fina con oro fino de alto relieve.

Encabezaba el cortejo, a modo de cruz de guía, el estandarte que los cacereños regalaron a su patrona en 2006 con motivo del centenario de la declaración del patronazgo canónico de la Virgen sobre la ciudad. Obra de María Jesús Trejo, es blanco, ribeteado en bordados de oro, con una imagen de la talla en el centro sobre la que se lee su título de Madre de la Divina Gracia.

Justo al lado de la imagen de la patrona, el estandarte de la cofradía, conocido como primigenio, de raso, con un medallón de plata en el centro que reproduce en oro la imagen de la Virgen. La patrona lucía espléndida. Sobre su sien, la corona de diario, llena de majestuosidad, circular de plata dorada, elaborada con las joyas que sobraron de la comunmente denominada ‘Corona buena’, fabricada en 1924 por el prestigioso joyero madrileño Félix Granda, de cruces de rubíes, oro, brillantes, zafiros y esmeraldas, cuajada de diamantes, por la que se pagaron 150.000 pesetas.

Esa corona fue fruto de las donaciones de miles de devotos anónimos con motivo de la coronación canónica de la patrona, privilegio concedido por su antigüedad, milagros y devoción popular. La joya original la portará durante todo el Novenario.

El segundo turno llevó a la patrona hasta aproximadamente La Trocha. A partir de ahí, los demás turnos (3, 4 y 1) la cargaron sucesivamente hasta llegar a Las Tres Cruces, donde ya fue el pueblo, sobre todo las mujeres, quienes portaron la talla. En el Amparo, la cofradía titular de esa ermita, presidida por Agustín Margallo, promovió de nuevo un homenaje: sacaron al Cristo a las puertas, se leyó un breve pregón y se realizó una ofrenda floral en la persona de Maribi López Perea, camarera de la Virgen de la Misericordia de la cofradía del Nazareno.

Los hermanos detuvieron luego la talla mirando al hospital para pedir por los enfermos y a Concejo llegaron a las 19.30, momento en que el pueblo adoró en masa a la Virgen, mientras la alcaldesa Elena Nevado, que lució mantilla y traje de dos piezas en blanco roto, entregó un ramo de rosas blancas y el bastón de mando a la patrona, que desde ayer y durante el Novenario ostenta el título de alcaldesa honoraria de la ciudad. Este año, el bastón lo colocó en las andas Joaquín Álvarez Izquierdo, vocal del santuario.

A la procesión acudieron los representantes de la Unión de Cofradías Penitenciales y de las de Gloria, miembros de la Cofradía de la Soledad de Badajoz y de las Reales Asociaciones de Caballeros y Damas de Guadalupe y de las hermandades de la Victoria de Trujillo, San Jorge de Cáceres y de la de Argeme de Coria (también estuvo el alcalde de esa ciudad). Tras la banda municipal y de la diputación, la réplica del pendón de San Jorge, símbolo de la reconquista de Cáceres por las tropas de Alfonso IX de León.

Le seguía la corporación y más de 60 niños, que igual que el resto de los hermanos vistieron con túnica azul cielo, capelina, guantes y cinturón blancos, y zapato negro. Desfilaron los niños guiadores de El Redoble, los miembros del cabildo, la presidenta de la diputación y de la Audiencia, la pregonera Lorena Jorna, mandos militares, policías local y Nacional, mujeres con mantilla y trajes regionales, y el obispo, Francisco Cerro, con traje coral morado y solideo violeta.

Al grito unánimemente alborazado de ‘Viva la Virgen de la Montaña, viva la patrona de Cáceres, viva la Madre de Dios’ coreado como nadie por la cantaora Felisa Rodríguez, la patrona enfiló ya hacia Caleros, hermana de honor de la cofradía, donde se vivió uno de los momentos más emocionantes de la procesión. A su entrada en la calle, decorada con arcos de flores y palmeras, los hermanos bailaron a la Virgen al ritmo del Redoble, que por algo los vecinos bautizaron a la Montaña como Reina de Caleros.

La talla lucía impresionante bajo el suelo de romero, sobre unas andas decoradas este año con mucha elegancia y sobriedad por la camarera de ornato Pilar Campos y sus colaboradoras, que repartieron con esmero claveles, lilios, gladiolos y florecillas verdes a modo de botones repartidos en las seis ánforas de plata de las andas. Mantones en los balcones de los que salía un cielo de pétalos en la siempre castiza Caleros, otrora un hervidero de familias con sus inolvidables Casa de la Rita y comercio de la Josefita.

Siguió la Virgen hasta la ermita del Vaquero, donde el coro Alborada del padre Gianni le cantó Virgen Morenita. De ahí a la Cuesta del Marqués, con las canciones de las amas de casa. En Santiago recibió la patrona el homenaje de los Scouts Sant Yago y de las cofradías del Nazareno y de la Sagrada Cena, que meció su paso del Triunfo de la Eucaristía al paso de la Virgen entre un bellísimo estruendo de campanas que llevó a la Montaña a las Cuatro Esquinas para que la tuna le rindiera su homenaje.

De ahí llegó la Virgen a la plaza Mayor, donde como es tradición la cargó a hombros la corporación municipal. Tras las palabras del obispo y la alcaldesa, la patrona enfiló hacia Santa María, cargada por el turno segundo, porque es tradición que el mismo turno que sale del santuario es el que accede a la concatedral, a cuya entrada el Coro Rociero y la Banda Municipal entonaron ‘Triana de Esperanza’. El Novenario ya ha comenzado y este año tendrá como predicador al padre Joaquín Zurera. La Virgen regresará a su santuario el domingo, 7 de mayo, Día de la Madre.